jueves, 22 de septiembre de 2022

DIÓGENES ARRIETA

 


 

En la tumba del General Daniel Delgado

 

 

LIDIADOR, ya rendiste tu tarea!
Doblaste al fin, vencido en la pelea,
Larga, tenaz, reñida con la suerte
La frente ya cansada;
Pero fuiste en la lucha con la muerte
Intrépido hasta el fin de la jornada.

De lauro inmarcesible coronado
Llegaste del sepulcro á los umbrales:
El pecho decorado
De las nobles insignias que la gloria
Otorga á los varones inmortales.

Mostrabas el bastón del Majistrado
Junto al arma gloriosa del soldado,
Tu espada esclarecida
Que salió en cien combates vencedora
Y nunca fué vencida;
Y así bajaste á la mansión sombría,
Hijo preclaro de la patria mía.

De la vida otros pasan el lindero
Cargados con su afrenta,
Cada vez más pesada que primero:
Que á la luz de un renombre pasajero
El estigma del crimen más se aumenta.
Otros bajaron á la eterna sima
Hurtando sus oídos
Del pueblo que ultrajaron ó vendieron
Al rumor de los odios encendidos,
Que les persigue con tenaz empeño
Hasta en la sombra del eterno sueño.
A su pasado aquel vuelve la vista,
Y el pasado le humilla ó le contrista;
Hasta que huyendo á su miseria y daño
El rostro esconde en el mortuorio paño.

Oh! pero tú, varón sencillo y fuerte!
La conciencia tranquila, sin rencores,
Llorado por los pueblos, y de honores
Cargado, te abrazaste con la muerte.
Eras modesto, noble y cariñoso,
Modelo del amigo y compañero;
Amante de tu hogar y desdeñoso
Al astuto lenguaje y lisonjero
Que la traidora adulación emplea.
La envidia no alcanzaba
Tu frente á salpicar con su veneno,
Pues tu misma humildad la desarmaba.
Tu corazón, al egoísmo ajeno,
Con el feliz gozaba;
Y aquel que se encontró más desgraciado,
Ese alcanzaba más de tu cariño…
Cual tú no conocí ningún soldado,
Brazo de acero, corazón de niño!

Un recuerdo no dejas infamante:
Y cavile el espíritu y se asombre,
Cómo siendo soldado y gobernante
Nadie pronuncia con rencor tu nombre.
El llanto que la Patria entristecida
Derramó por tu eterna despedida
Fué el llanto de una madre desolada:
Que ya le queda sólo la memoria
Del tiempo venturoso en que tu espada
Sus legiones condujo á la victoria;
Y sabe que en el tiempo venidero,

Cuando llame el peligro á sus umbrales,
En vano buscará al audaz guerrero
Defensor de los fueros nacionales!

Un día, locamente,
Alzó un caudillo la culpable mano,
Y amenazó á la majestad excelsa
Del pueblo colombiano.
De aquel caudillo á los afectos era
Sostén y abrigo tu amistad sincera.
La Patria amenazada
Al punto recordó tu juramento,
Tu lealtad probada;
Te señaló con dolorido acento
Su glorisa bandera desgarrada,
Y se amparó en tus brazos…
Rompiste heroico entonces
Del corazón los lazos,
Y recogió asombrado el mismo pueblo
Del Dictador el sable hecho pedazos!

A tu excelsa memoria quién un templo
En cada pecho levantar pudiera,
Porque aprendieran muchos en tu ejemplo
A respetar su honor y su bandera;
Y arrancaran, insignias profanadas,
A precio de baldones alcanzadas
Por no seguir tus huellas,
De sus menguados hombros las estrellas.

Cuántos hay que ofrecieron afanosos,
De la infame bajeza haciendo alarde,
Apoyo fuerte al que ultrajó el Derecho;
Y conquistaron con valor cobarde
Para su nombre títulos pomposos
Y medallas de honor para su pecho!
El ánimo inexperto ó degradado
Prefiera la ruindad á la grandeza,
Y encuentre regalado
Manjar á su ambición en la vileza;
Pero tú no bajaste avergonzado
Jamás ante los hombres la cabeza!

El fanatismo cruel, que se divierte
En celebrar festines de conciencias
En los negros linderos de la muerte,
Llegó como el ladrón hasta tu lecho
A tomar por asalto tus creencias.
Tu razón se mantuvo firme y fuerte,
Indómita y serena;
Y, altiva, rechazó por infamante
Del católico dogma la cadena.
La amenaza feroz del sacerdote,
De los tuyos el ruego cariñoso;
De la muerte el abismo ya cercano
Abierto ante tus ojos, pavoroso;
Ni aquel dolor tirano
Que revelaba tu profunda angustia
En tu mirada mustia
Y en el hondo estertor de tu agonía,

Abatir consiguieron tu energía…
Y así tu convicción fué retemplada
En el combate fiero,
Cual si fuese forjada del acero
Inquebrantable de tu misma espada:
Y tu razón así quedó triunfante,
Como esas rocas que en ignotos mares,
Del viento y de las olas
Resisten los embates seculares!…

Tu carácter entero y levantado
Sea feliz modelo
A esta generación que ha comenzado
Con el negro Poder, entronizado
En la conciencia, el formidable duelo;
Y afrenta también sea
Al que ceda, cobarde, en la pelea.
Al que abandone el asediado muro
Porque tras él amague la tormenta,
O se asuste del éxito inseguro,
A ese tu ejemplo servirá de afrenta!

Esta viril generación que llega
De la pública vida al escenario,
Con lágrimas de amor tu tumba riega;
Y en el curso sabrá del tiempo vario
Tus hechos imitar, y tu memoria
Sagrada venerar en el santuario
Augusto de la Historia,
Velado por el genio de la Gloria.

La Patria cuidará reconocida
De tus huérfanos hijos y tu esposa:
Deuda de gratitud nunca la olvida
Nación que es justiciera y generosa.
Ídolos fuero¡¡ ellos de tu vida,
Y te asustaba su insegura suerte
Al sentir en tu frente ya esparcida
La misteriosa sombra de la muerte…
Descansa en paz ¡oh padre! que el Destino
Regará de esperanzas su camino,
Como le dió tu generosa mano
Honor y gloria al Pueblo colombiano!

 

 

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