Ahora
es momento de abrocharme
la
cremallera de la vida.
El
día invita a vivir tierra adentro.
Es
abril
y en
mi pueblo nacen manojos de margaritas.
Yo
quiero cerrar la cremallera de arriba abajo
y no
ver nada más que el montón de flores
que
rodean la plaza
los
gorriones ebrios de felicidad cantando
y
jugando al lado de la iglesia
y yo
sentada en la mesa de un bar
un
bar pueblerino
donde
los campesinos pasados de copas ríen
y
juegan al mus
a
las máquinas tragaperras
a
las cartas…
Pero
por la ventana oigo el grito del viento
que
me habla con la voz de adivina
y me
dice que me meta
donde
los soles cifran su mensaje.
¿Dentro
del túnel de la ignorancia? ¿Para qué…?:
Para
alcanzar el Conocimiento.
Me
engañan.
No
quiero
y
abrocho a la fuerza la cremallera de los días
para
que no aparezcan las cadenas y vallas de lo Inefable.
Sólo
anhelo el abrazo de las alacenas
y
los besos de pan.
Pero
siempre hay alguna grieta donde se filtra una voz plana
que
pinta gris y efímero lo cóncavo.
Y
cuenta que la música está sólo en el agujero onírico.
Debería
enmudecer la voz subterránea que interfiere en mi
vida.
Pido
olvidar la liturgia de la búsqueda y las dudas
y
acomodarme en las suaves
faldas
de las montañas
del
humilde campo
masticando
tierra sin más.
De:
“Voz de niebla”
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