martes, 18 de octubre de 2022

JUAN BONILLA

 

  

La decisión

 

 

Y bien, habrá que decidir al menos,

descartamos del todo desde luego

la criogenización,

y en cuanto a la sepultura,

mi familia nunca tuvo panteón y una pared de muertos

tampoco es una fotogenia que me plazca.

Dos horas en un horno –un tránsito

por el infierno que sin duda me he ganado–

parece pues la opción idónea,

sin ataúd, sin vestimenta a ser posible:

un cuerpo entrando a solas

en una página de Dante.

Sé, porque lo he vivido, que te entregan

una bolsa llena de cenizas.

Hay quien las pone en una urna y las entierra.

Hay quien, por un precio a su alcance,

tira de alquimia y las convierte en joya.

Hay quien las mezcla con pigmentos perdurables

y encarga que hagan un retrato.

Hay quien contrata un globo y se las da al aire

donde flotan en serpentina un rato

y luego se reintegran a la nada

de la que procedemos.

Pero hay que decidirse, aun a sabiendas

de que da un poco igual lo que decidas.

 

Estoy bastante muerto últimamente

y han soltado en mi corazón un pájaro

que come corazones.

 

Y pues tenemos que elegir

yo quiero ser unos cuantos bolindres

hechos de barro y de ceniza,

esmaltados de colores muy vivos.

Bolindres que bailen sobre los suelos,

y choquen o se esquiven impulsados

por dedos de gente que me conoció

y echen una partida alguna tarde,

vueltos niños de pronto porque sí

jugando a los bolindres

con las cenizas de su amigo o de su amor

que no fue más que eso:

sólo un juego de niños

que a veces, si perdías tu bolindre favorito,

acababa en lágrimas.

  

De: “Horizonte de sucesos”

 

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