miércoles, 16 de noviembre de 2022

MATILDE ESPINOSA

 

 

Los hombres penumbrosos

A los indígenas de Tierradentro (Cauca)

 

Son distancia y sollozo,
vienen de ariscas sierras
y ríos tumultosos, jóvenes ríos
remeros de la estrella
o de algún brazo de mar.

Están allí
detrás de las palabras
desnudando sus ojos
para inquirir la luz
o enterrar los crepúsculos.

Están allí
masticando neblinas,
espantando silencios,
desangrándose el alma
entre el crujir de las raíces
en tierras de despojo.

Por los desfiladeros,
en la sequedad de las montañas,
callando la miseria
con temor a la muerte,
con temor al tormento

van tejiendo los siglos
van tejiendo la espera
entre las duras sombras.

Como la hormiga parda en la fila de trabajo
rasgan amaneceres y desgranan sudores
que la tierra devuelve en algún tallo verde
en una que otra espiga que a veces vuela lejos.

Es la comunidad de las ausencias
de techos ambulantes arrullados apenas
por palomas salvajes.
Y cuando el indio sueña y el corazón golpea
la nota de una flauta hace vibrar el monte.

No hay cuna para el indio.
De las hirsutas lomas baja el recién nacido
en el pañal más duro;
la madre es un olvido y esto es lo que conturba
como un camino oscuro.

Desmedrada corriente
de nuestras propias venas
por años trabajada
por años perseguida,
fatigada semilla en la parcela rota
mas también sobre el tiempo
esperanzado fuego, muralla levantada,
aliento sostenido, piedra fortalecida!


De: “El mundo es una calle larga”

 

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