Érase
una mujer
–tendida al sol que pica
sobre
la arena parda–
Y a un golpe de pestaña
mil
pájaros vestían
sus pechos y su sexo
Sé
que olía igual
que la ribera hirsuta
con
hirvientes marismas
que ondula la resaca
No
eran rudos marinos
sino sencillos pájaros
que
sabían posarse
allí donde sus senos
respingan
en botones,
(y tupida floresta
circunda
sarraceno
jardín de las delicias)
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