Mar
en los huesos
Sin cuerpo acongojado, trémula el alma…
Evaristo Rivera-Chevremont
I
Si
pierdo la batalla,
quiero
que guarden mis cenizas en la cajita labrada de la abuela.
II
Llévenme
allí, donde ya saben.
A Él
quiero volver definiendo en la pura transparencia de sus aguas mis sombras,
y
las sombras de escualos y arrecifes,
su
lengua acariciando el fijo litoral de mi memoria,
llamándome
a la entrega
llamándome
sin tregua a sus orígenes
−la
luna que miraban los caldeos, la brújula incesante, el astrolabio,
la
conquista de reinos por la fuerza inmortal de su tridente, el peso de tesoros
en balanza−
llamándome,
llamándome al origen, es decir, a las algas escondidas en las ingles
donde
sólo su gesto podría recogerlas sin error en mis cenizas –suma de mi yo
ausente−
vaciadas
por la lluvia.
III
Mañana,
¿quién puede predecirlo?
acaso
seré en sus aguas río, océano, mar muerto o mar de muertos
¿con
quién será mi encuentro?
¿será
Ofelia?
¿o encontraré
en sus aguas náufragos de otras islas
marcando
las voraces estaciones de este íntimo viaje a sus adentros?
IV
Quiero
volver al corazón del viejo mar de las Antillas
dormir
entre sus aguas, entregadas mis formas
que
sólo junto a Él son verosímiles.
La
perfecta ecuación: la perla azul dormida en la infinita suma de su espacio
Donde
puedo llamarle mar azul o azul mar o sólo mar, mar, mar
y en
cada monosílabo su nombre cambia.
Es
la oculta matemática de encuentros
espejismos
del hueso contra el hueso
hecho
cenizas
donde
Él y yo
somos
lo exacto
en
unidad creciente.
V
Llévenme
en la cajita labrada de la abuela
a
buscar los poemas ocultos en su seno
a
dejar que mis cenizas irrumpan de repente en su garganta.
Y
ría con mi risa de poeta feliz el viejo mar Caribe
y
devuelva el resto de sus muertos a la orilla –porque sí−
porque
es hermoso el músculo y el seno
el
plenilunio en convulsión, la sal, la planta,
el
fémur, la nostalgia,
un
latido dichoso de cenizas y el aroma celeste de un pez y de un suspiro.
VI
Perpetua
habitará mi vida en su memoria
agua
pasando y pasando
de
un poeta a otro en cada estirpe;
mi
gratitud en los andamios de su espuma
que
no termina
que
no termina
que
no termina.
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