sábado, 28 de octubre de 2023

JUANA GOERGEN

 

 

 

Juego sagrado


Batú ciba batey

 ¡La pelota dura como piedra está en el batey!

 

 


Ni los niños

que intercambian piedrecitas de colores -cibas, abas, cohibicíes-

 

Ni los pequeños muchachos

que aproximan la sonrisa antes que el juego los acabe devorando.

 

Ni las mujeres

que construyen la pelota con manos toscas por la labranza y el casabe.

 

Ni las gumarachas ―mujeres de mal vivir, hembras de fuego―

paseando su descaro frente a los jugadores, vientos de mar que esculpe al arrecife

que rompe a la montaña y suda ríos. 

 

Ni los operitos del Coaybay*

que se sientan sobre los vivos en Caguana** 

para degustar nuestra urgencia

con los paladares de sus huesos.

Sus bocas llenas de guabasa –que es su alimento-.

Siempre con el pretexto

de disfrutar en las plazas del juego y de la música

-giauba fuerte, giauba sonora-.

 

Sólo ellas conocen el origen del Batú. Ellas lo saben.

Ellas, atebeane nequen, las honorables,

las honorables mujeres enterradas vivas con sus caciques.

 

Ellas lo saben. El juego de pelota es una dada señal alucinada.

Una doble señal significante.

 

Los cemíes,

―ávidas piedras de luz cerrando el círculo―

paralelamente

perpendicularmente se juntan en Caguana.

 

El Batú, es un fragmento.

Una rama en vela.

El encuentro de ti, con tus posibles.

 

 

De: “Mar en los huesos”

 

*Coaybay=el inframundo en la cultura taíno-arauaca

**Caguana=nombre de un parque ceremonial indígena

 

 

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