miércoles, 8 de noviembre de 2023

LUIS MALLARINO

 

 

 


Una pecosa ella

 



Una sola vez me enamoré a primera vista

                        —era pecosa—

quiero decir

que tenía constelaciones en la piel

que batía espuma de mar sobre sus hombros

que en su espalda

a cada rato

eran las ocho de la noche

y en sus senos

era siempre

víspera de primavera

(ya exagero)

la verdad es que nunca vi sus senos

no existían aún

no habían nacido

éramos niños

inocentes como zapatos rotos al pie de una flor

—ella también se enamoró—

 

nos citamos a las cuatro

en una banca azul de un parque entristecido

y todavía

no sé por qué

llegué con diez minutos de retraso

(ya no estaba)

«pero estuvo» dijo el señor del helado

«una pecosa ella

de ojos claros»

y había rastros en la banca

restos de piedra lunar

espuma

la cola de un cometa

escarcha roja

«se fue por ese lado»

(un cono de fresa me señaló el camino)

 

la seguí durante horas

y primero me encontró la noche

éramos niños

inocentes

como hormigas con trocitos de cartón

 

la encontré por fin

con una guerra de mil días en la mirada

y me mintió como mienten las mujeres grandes

«yo no pude ir» me dijo

y yo no quise avergonzarla

y no le dije nada

no le dije a nadie nunca nada

ni la vi más nunca

 

pero hoy

una pecosa de ojos claros

me dice –implacable- que

desde hace diez minutos

las puertas del avión están cerradas

que he perdido el vuelo

que con gusto

me anuncia la penalidad

el nuevo itinerario

y no le digo nada

 

solo atino a recordar

aquella puerta secreta

cerrada en la penumbra

 

aquel primer vuelo

perdido para siempre

veinte años atrás.

 

 

      

 

 

 

 

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