viernes, 22 de noviembre de 2024

BENJAMÍN MARTÍNEZ

 

  

A la memoria de Ernesto Cardenal
y Armando Rojas Guardia.

 

El poema era una oración firme
segura
silenciosa
siguiendo
el curso de otras ocasiones
se iba
tallando miradas

 

el poema era un mar
oriental
y profundo
recordando ocasos
ofrendaba luz

 

el poema era el nombre del cielo
encontraba el yo
despierto
trenzando el andar
sin amuleto

 

el poema era un hombre
la oración de costumbre.

 

 

El humo crece los campos

  cenizas en flor

  tragan gritos

    al final de la avenida

      cosen cadáveres

 

  la curva del sueño

    promete eucaristía

 

a espaldas del dios

  extranjero

la vendedora

  embarazada

  alza

  su mejor oferta

 

  una pequeña caja

      ataúd

    guarda impulsos

 

hay ocasos sin horas

  cuerpos que jamás desvisten

      su verdad

  tránsitos dictados

  más allá de la sed

  poemas de pieles

    que no cambian

    incinerados

      siguen

  armando un verbo

    impronunciable

  para un hombre

    nada nuevo.

 

 

Una sed de lobos danzantes

  en primavera

recorre los cuerpos

  los deja ingrávidos

  hasta decir basta

    pero ellos no escuchan

  siguen flotando

 

    horizontes cerrados

  despejan

    el lugar de la noche

 

caleidoscopio

  brújula arlequina

 

    lombrices de dos cabezas

      entierran presente.

 

 

Nos dijeron

que teníamos

que domar nuestras palabras

que teníamos

que aceitar las cadenas

y encender las máquinas

en el momento preciso

nos dijeron que las palabras

se las lleva el viento

nos dijeron 

que mejor vivir

que morir en el intento

pero no dijeron

que las palabras 

nos doman

nos aceitan

nos encienden

y llevan lejos

para morir por ellas

y regresar victoriosos.

 

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