viernes, 22 de noviembre de 2024

PEDRO DERRANT

 

 


 

Primer discurso contra la memoria


 

Sebastián, las hojas

que encontraste en los cajones de tu cuarto,

las personas

que se agazapan al fondo de tus ojos

—aunque son inventos tuyos

          o rescoldos

del tiempo,

que toda la verdad consume y a su paso

no deja sino un rastro de mentiras—,

regresan a perseguirte,

ahora, que por fin descansabas.

 

Sebastián, quisiera

que la memoria fuera diferente, que el pasado

no volviera con un látigo en la mano

y que, conforme andamos,

el camino

se borrara.

 

De esa forma, Sebastián, no tendrías

esas ganas de sólo ver cómo la lluvia

se holocausta en el cristal de tu ventana,

ni llevarías una palabra atorada en el pecho,

ni la cara a cuestas,

        como si te pesara.

 

De esa forma,

      Sebastián,

el mundo

sería a cada instante un nuevo mundo;

y todas las aves perderían sus nombres;

y el cielo en tu azotea no sería

más que un indescifrable azul milagro;

y el Ajusco,

                                                  a lo lejos,

    parecería

un dios desconocido y bueno

al que adoras en silencio con los ojos;

y las palabras, Sebastián, resultarían

extranjeras y del todo innecesarias.

 

De esa forma,

Sebastián, en la mañana

una mirada tuya

       sería

el origen luminoso de todo lo que veo.

 

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