domingo, 1 de diciembre de 2024

GEMA SANTAMARÍA

 

 

 

 

Entrevista a una experta en violencia

 



Así que díganos,

¿de qué color es la herida que resulta de un golpe a puño cerrado

precedido por el enojo (también cerrado)

del otro que se avecina y se lanza contra el cuerpo de aquel

que de ahora en adelante ocupa la categoría científica de “víctima”?

 

¿Cuál es el ritmo de la respiración?

¿A qué sabe la saliva cuando el cuerpo siente el miedo

subírsele a la garganta como una fiera adolorida?

Será cierto que la boca se pone agria y un tanto seca y un

poco tensa al punto de volverse un temblor involuntario.

 

¿Y los ojos?

¿Qué hacen los ojos ante el golpe?

Se cierran o más bien se dilatan,

queriendo quedarse quietos y abiertos

como para escapar la pesadilla que no puede ser abandonada

puesto que no hubo ni habrá sueño.

Todo es un día que se muerde la cola y no inicia ni termina,

pero solo da vueltas y vueltas y vueltas

y aquello que se revuelca en el centro más duro

de esas volteretas

es la persona misma diciendo para sí: abre los ojos.

¿Y las rodillas?

¿Cierto que pierden su firmeza

que el hueso deja de ser una piedra de complejo mecanismo

para volverse suave, torpe y llenarse toda de agua,

que las piernas se convierten en cuatro músculos

desesperados, extraviados:

el sostén del cuerpo vuelto una suave y líquida cobardía?

 

¿Y el estómago?

¿Cuánto tarda en revolverse,

en convertirse en un espasmo,

en una sola náusea?

 

¿Y cuál es el sonido que nace del dolor, físico e inescapable,

de aquel que ha sentido el calor de una herida en la cara,

en las mejillas,

cuál, la urgencia que transmite?

 

Así es que díganos:

a qué huele la muerte

cuánto pesa la muerte

dónde se escribe muerte

dónde se entiende muerte.

 

¿Cómo es que se llamará su próximo artículo?

 

 

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