Amigo
Amigo,
llévate lo que tú quieras,
penetra
tu mirada en los rincones
y si
así lo deseas, yo te doy mi alma entera
con
sus blancas avenidas y sus canciones.
Amigo
-con la tarde haz que se vaya
este
inútil y viejo deseo de vencer -.
Bebe
de mi cántaro si tienes sed.
Amigo
—con la tarde haz que se vaya
este
deseo mío de que todo el rosal
me
pertenezca -,
Amigo
si tienes hambre come de mi pan.
Todo,
amigo, lo he hecho para ti.
Todo
esto que sin mirar verás en mi estancia desnuda:
todo
esto que se eleva por los muros derechos
–
como mi corazón – siempre buscando altura.
Te
sonríes amigo… ¡Qué importa!
Nadie
sabe entregar en las manos
lo
que se esconde adentro,
pero
yo te doy mi alma, ánfora de mieles suaves,
y
todo te lo doy…
Menos
aquél recuerdo…
…
Que en mi heredad vacía aquel amor perdido,
es
una rosa blanca, que se abre en el silencio…
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