Oído del mar
Fatigada
la mar del desacierto
en las aguas convulsas de la nave,
lanza el oleaje de su sueño de ave
sobre arenas ajenas al desierto.
Pasa
la sal mientras el ojo abierto
instala salas del fulgor más grave.
Aquí no hay nadie, grita, ya no cabe
morder el corazón de un pan despierto.
El
silencio en la sed horrorizada
exuda las lancetas de un estruendo.
Llega la tarde en fuego a la mirada
y es
bosque de caballos combatiendo
al centro de una perla fulminada
en el grano de sol que se va hundiendo.
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