Efectos
especiales #3
Elige
creer
en
Darya Kawa, una astrofotógrafa
kurda que le tomó
doscientas cincuenta mil fotos a la luna en cuatro días para crear una imagen profunda. Hacer
eso y aparecer en algún
punto de la secuencia, sonriendo. El gobierno conoce tu ubicación cada
vez que
oprimes
la tecla equis, pero nosotros sabemos que la realidad es tan frágil que necesita que la hagamos (mal)
todos los días. A
veces colaboras y a veces no. De cualquier forma,
escribes. Eres una flor de propano en un planeta ligero. Te
incendias de noche, eres feliz y haces trampa. Cada año suceden muchos
más simulacros que terremotos: estamos preparados
para cualquier asunto que involucre salir corriendo del trabajo. Sigue
de cerca la señal
eléctrica que producen tus amigos, porque la
astrología es inofensiva y los noticieros manejan
hechos alternativos, porque nadie te dijo la verdad cuando
te pusiste esa camisa tan horrible y deseaste que temblara. La persona
que te gusta no es lo que parece. Las cosas que te gustan no son lo que
parecen. Incluso tu mamá puede ser
el reptiliano más
reptiliano de reptilandia, pero nunca le has pedido que sea real, sino que esté contigo. A
veces ocurre y a veces no. Hay veinte religiones que dicen que para crear todas
las cosas, Dios entró en todo y al entrar en todas las cosas,
se convirtió en
lo que tiene forma y en lo que no: se convirtió en lo que se puede tocar y en lo que no se puede tocar;
se convirtió en
lo que tiene apoyo y en lo que no tiene apoyo. Dios es la realidad, pero tú no
crees en dios. Escribes. Dejas una luz prendida para
que no
te
pase nada malo. Conspira, babosa, conspira. Sin
efectos especiales ninguno de nosotros hubiera tomado tantos riesgos.
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