Ante
unos cuadros de Mark Rothko
Sí,
usted fue, Mark Rothko,
el
último dios vivo. Sí, el último
dios.
O su enviado.
Sentado
ante sus cuadros, conmovido,
oyendo
ahora en esta sala
la
música que suena, mueve
silenciosa
las cuerdas, los colores,
las
franjas paralelas
de
su pintura,
con
mi espíritu al fin
hallando
su reposo, sosegándose,
ya
aquietada mi carne
en
su pobre materia,
vencidos
los deseos,
las
ansias doblegadas,
postrado
como en una iglesia
levemente
alumbrada
donde
apenas se oyesen en el eco
algunos
pasos, siento
que,
si me concentrara,
si
mi mirada se abriera, cerrándose,
ciega
en sus ojos, hacia adentro,
lograría
llegar
allá
donde usted, Rothko, pintaba,
lograría
pasar
sin
dolor, casi sin esfuerzo, sí,
al
otro lado.
De:
“Según la luz”.
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