Severas
las condenas a tres. En ruta con el
archipiélago fuimos
arrollados por el río, inorgánica vicisitud, tierra y
mar esputaban
sangre en cambio. Cuando tú partiste, yo me volví a
contemplar en el vasto
archipiélago que era mi mente tan severa, lógica,
desesperada de tanto vacío: una batalla, dos, tres
batallas
perdidas. Pero el furor de nuestras miradas, tú
linterna
que creías guiar, yo manivela rota, pero el furor
de nuestras dos miradas nos encasquilló: la victoria
previsible
la batalla ganada por los bandidos más fuertes que
nosotros, la unión
de dos almas una tarantela.
De:
“Sin paraíso fuimos”
Versión
de Carlos Vitale
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