1. Un
día de lluvia
¿Recuerdas
aquel día de lluvia?
El
atardecer
empezó con un tono dorado,
y terminó con un aguacero.
Montabas
tu bicicleta a mi lado,
a cierta distancia,
pero nuestras sombras, por alguna razón,
bailaban entre nosotros, entrelazadas,
mientras oscurecía el cielo
y moría el polvo
bajo una lluvia infinita.
Nos
protegimos del agua
en una cabaña cercana, y nos secamos la cara;
nos goteaban las manos.
¿Recuerdas
aquel día de lluvia?
Completamente
empapados, la tinta corrida,
nuestros apuntes de clase
quedarían sin revisar.
Azotando
las ramas de las palmeras,
arrasando las hojas de las majagüillas,
aquel día el viento pareció aliarse con el propio mar.
¡Y cómo llovía!
Tú
estabas junto a mí,
y la humedad saturaba la cabaña.
A través de la densa, llorosa oscuridad de la lluvia
en una sencilla línea, la luz
recorre el cielo, y se esfuma.
Un
relámpago, exclamas,
pero ya no está cuando vuelvo a mirar.
Mientras acechamos el siguiente,
restalla un trueno.
Desde
tu rostro surcado por el agua
un mechón de cabellos húmedos
resbala hasta el cuello;
una oveja perdida.
La
lluvia se torna una lenta llovizna;
regresamos a nuestro camino
retomando la calle.
Diablos
humanos nos acechan
sus miradas se dirían flechas
lanzas que nos atraviesan.
Pero la calle se quiebra y se esfuma
cuando estamos juntos.
Y
otra vez la llovizna;
tú y yo juntos, resguardados
tras la oscuridad de las nubes.
¿Recuerdas
aquel día de lluvia?
De:
“Siembra solo palabras”
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