Tengo la imagen de un soldado enfermo
que
arrastra el cuerpo exhausto por la nieve.
Mis
ojos no lo han visto y lo recuerdan,
y
soy yo misma en las mañanas negras.
Hubo
calles de viento y soles fríos:
en
mi piel todavía sus heridas,
dentro
de mí tiritan aún sus rayos.
Y
días que vinieron de la muerte
a
reflejar su rostro en cada hora.
Y un
soldado perdido en el hielo de Rusia,
que
ha olvidado el porqué y el hacia dónde;
sus
ojos buscan
la
estela de los carros,
pero
pronto se abren al vacío;
y ya
dejan los pájaros sus huellas
en
su espalda nevada.
Mis
ojos no lo han visto. Es el recuerdo
de
las calles que vienen de la noche
y
corren paralelas a la muerte.
En
ellas soy, como el soldado exhausto,
resto
de una batalla no librada.
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