Llegado a Perugia, Umbría, Italia, en julio del año de Cristo 2019,
tras
las huellas de mis bisabuelos maternos,
con
la ayuda de una beca de escritura
otorgada
por el Instituto Francés,
de
verdad les digo, durante mi estadía,
me
vi sobre todo confrontado de forma desastrosa
a la
soledad y a la angustia frente a mis propias infamias.
Había
superado hacía mucho tiempo ya el meridiano de nuestra vida
y no
sé bien lo que esperaba encontrar
en
ese viaje lejano. Había partido de París
en
un estado de agotamiento y de tensión
que
nunca antes había conocido,
tras
meses particularmente difíciles y laboriosos.
Partía
hacia los infiernos, llevaba todo el mal
que
había cometido en mi contra; en mi contra y en contra de los otros.
Y había llegado a Perugia medianamente
afectado,
al
término de un largo y penoso periplo,
luego
de numerosas vicisitudes,
retrasos
de trenes, conexiones pérdidas,
líneas
ferroviarias cortadas entre Francia e Italia
a
raíz de un desprendimiento causado por las inclemencias climáticas.
De:
“Puerta del Sol”
Versión
de Mariano Rolando Andrade
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