martes, 7 de octubre de 2025

NATALIE DIAZ

 

  

La cura para la melancolía es tomar los cuernos 

Alguna vez se pensó que el cuerno molido de unicornio curaba la melancolía.

 

 

Lo que carga el daño no es nunca la herida

sino el jardín encarnado que el cuerno borda

al retirarse —cuando ella se retiró. Estoy floreando

rozagante ausencia —una alarma brillante.

 

Brodsky dijo, La oscuridad restaura lo que la luz no puede

reparar. Me entusiasmaste —rasgada hasta la cresta.

Lo quiero todo —el toro de ébano y la luna.

Vengo y de nuevo por el cuerno de melaza.

 

La reina Isabel intercambió un castillo por un solo cuerno.

Yo atiendo el reino de mis manos

—un ejército de tacto que marcha por el alcázar de tus muslos

en voz alta y brillante como cualquier cuerno de guerra.

 

Llego hasta ti —mitad bestia, half feast.

Noche tras noche cosechamos el Iliac

Forest luxado, segamos la fruta oscureciente entibiada con

[especias

en nuestras bocas, separamos lo dulce de la espina.

 

Mi linternista. Tus manos, pabilo en la lámpara bronce

de mi pecho. Rózame hasta sacar chispa

—tiémblame hasta el asombro. En tu regazo

deja que recueste mis pesados cuernos.

 

Cumplí la profecía de tu garganta, suelta en ti

el ala fabulosa de mi boca. Rojo fantasma

sagrado y rojo. Dejé mi cuerpo y hablé con Dios, volví

angelada en serafina —con alas de cobre y cuernos.

 

Nuestros cuerpos no son sino lugares donde ser poseídas,

como en, Dios, me tenía agarrada por el cuello,

por la cadera, por la luna. Dios,

ella me lastimó con mis propios cuernos.

 

De: “Poema de amor poscolonial”

Versión de Elisa Díaz Castelo

 

 

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario