Ante
la
tierra fresca
transitan
inequívocos;
retuercen el rocío,
la tez es clara.
No hay fin
o diversión alguna.
Conocen la senda
ofrecida
de sangre y de polvo.
Oyen el canto,
firme,
que emerge alrededor.
Detienen su paso
y enfrentan,
sabedores,
el porvenir.
De: “Son
en la noche”
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