martes, 15 de enero de 2013

ZAZIL ALAÍDE COLLINS





Tumbling



La fiera bonza
se me lanza con colmillos de alcanfor.
Toma mis manos. 

          Amanece
con la tonada callejera
de una añorada ninfómana 

que levanta
el anhelo de la paloma
temblorosa
por su canción infantil. 

Heme, bajo el búnker
con un desdén de fantasías.
Soledad de lupanar.
Y por el tracto, la náusea en brasas.  

          Bajo el brassiere, la tentación del mordisco
de un guillotinado san Martín de Porres
o un lechero en engorda
en los pechos de la poliandria;
las mieles de la gesta,
en la imaginación del retraso,
en la espera y el rechazo
de una vida.  

Mi vientre se acomoda.
Impávido y ufano
quiere parir en la náusea.

            No,
que no.
No al filo del acantilado
del cronotopo sin hambre;
de frente a frente al oficio
por sexo no amor primero
en la tripa, vámonos 

antes de preferir el escozor,
lo movedizo del cielo que miramos,
desde los estambres,
degustando la sutil ventisca
al pronunciar los soplos.  

         Somos el germen del no
o el éxito de todos los fracasos.
—No llores, Ángel González—

Vámonos, vámonos, como putillos, al diablo.
Cojamos entre las piernas
lo que deba sostenerse,
con el ahínco,
en el acorde
                                       y sus veintiún consonantes.

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