martes, 12 de noviembre de 2013

LEYLA LEYVA





La hebra entre los dientes



“Todas las constelaciones eran distintas y yo,
que buscaba a Orión, para mostrártela…”
Katherine Mansfield
Jamás pronuncié la frase,
la guardé para no ser ofendida.
Nadie me conoce, ni a mis versos.
En cambio, tú velarás porque el tenue paso
esté donde debe.
Te entiendo, entiendo la turbación,
y el desdén con que besas a tus seres queridos,
apretándolos, revolviéndolos
con pelos de animales sinuosos,
con saliva XX/Xy/XX e imposibilidades,
plantas, macetas, sueltos de mujeres célebres,
parecidas a ti,
si el paneo no rebasa la cima en la colina;
famosas escritoras que veneras porque están muertas,
vueltas huesos,
ceniza intocable o lejana.
Ignoro más de lo que alguien pueda conjeturar,
más allá de los seguros viajes del instinto;
de lo que enferma a una alimaña o a un hijo,
del tiempo que no poseo para cuidar de todos,
ni de la paciencia que es necesaria
para hacer que florezcan las especies en parcela.
Pero me gustan las mujeres,
la bondad de ellas cuando son bondadosas.
Puedo tocar sus cuerpos mentalmente,
sentir su regocijo,
la gravidez de sus estómagos;
lo que va a suceder a la caída del sol
si el ciclo estacional de nuestras vidas completas
empezara por la mitad oscura,
en el principio del invierno boreal.

Me he aficionado a los celtas, a las hormigas celtas.
Han invadido mi cocina haciendo lomas,
se reúnen en territorio condenado
y pastan sobre los alimentos,
se atiborran de lo que les dejo o les ofrezco en un descuido.
Las hormigas celtas de mi domicilio
debieron haber hecho colonia pastoril también
en los campos de urna,
debajo de las patas de las ovejas en la Alta Austria,
aunque no con la misma suerte.

A veces me figuro que es primero de noviembre
y saco mi féretro a ventilarse,
mi pequeña caja de hormiga madre.
No Great Mother, como tú.
Un vulnerable coleóptero
con una célula familiar asimétrica
que en la melladura del metal de batallas
distingue la perfección cerca de papá,
en la piel del bebé lastimado.
No puedes ni suponer
(tal vez sí,
y yo sólo te devuelva la crueldad patológica)
lo que sucede en mi organismo de tres bulbos
cuando mi hijita de bulbos semejantes
se desangra, grita, me muero mamá me muero,
y yo corro a abrirle la mano,
con la sospecha
de que la calamidad perfora en el abismo
un pozo.



No hay comentarios:

Publicar un comentario