Fiebre
de sentir
(En una ruta hacia Lisboa pensando en
Fernando Pessoa)
Hay
en el cielo más galaxias de las que pudieras contar. Ya lo sabías, porque
viniste a verme aunque yo sé que ya te habías ido. Lo sabías cierto en el
idioma y en la incredulidad del paisaje, incierto. Me viste pasar por tu
Galaxia y supiste que era yo, esperando el bus que me llevaría a Lisboa, no la
tuya, no tu lengua, ni la lengua del poeta que quería cambiar el mundo con una
hoja de hierba, sino esta que los hombres y mujeres gloriosos van
dejando cuando sienten la calle pesada, el ritmo les quita más sentir que
pensar y los hace caer de la cuerda.
Tú
que sabías estar en nosotros y nosotros en ti, que sabías también que la
perfección era un decir, que conocías el camino del centro hacia la cabeza y el
camino de regreso de todos nosotros, fuiste más que esos pocos que pudiste ser,
y ¡qué bueno! Ahora también fuiste yo, y te sentí triste y feliz al mismo
tiempo, cuando te busqué me aligeraste el rocío de los ojos. He dicho que he
sentido, pensado, que estabas aquí entre mis letras, como estuviste en todos
tus visitantes. Te enteraste muy bien que las estrellas y el destino es más
complejo que los nueve planetas, que hay más elementos de
los que podemos mencionar, pues solo estando, infinito y único, pudiste
saber el punto exacto en el horizonte donde se levantaba matemáticamente la
supernova de cualquiera que es nadie, como yo, en esta vía láctea en donde me
quemo.
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