III
Cuando
de acuerdes de mi sexo
y no
puedas dormir y tus manos calienten
el
hermoso pezón,
y tu
piel no encuentre
otra
piel para el escape.
Cuando
te dé vergüenza
la
blancura de tus piernas,
demorándote
en el fondo de tu desnudez,
y
entiendas la soledad del cuerpo,
y no
sepas que hacer
con
el gemido insoportable,
la
humedad del ombligo,
la
tibieza en los edredones.
En
aquella noche de tus desvíos, en aquel suplicio
de la
abandonada carne, lejos de tu sudor de Eva,
lejos
de tu entraña habitable,
yo
andaré en otra corriente,
nublado
en otra oquedad, toda la noche por el intento
de
las aguas, insomne sin ti, pensando, escribiendo,
apretando
esta larga vena inconquistable.
De: Las criaturas de la negación
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