"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
jueves, 30 de junio de 2016
ANTONIO MACHADO
Arte
poética
Y en toda el alma hay una sola fiesta
tú lo sabrás, Amor sombra florida,
sueño de aroma, y luego... nada; andrajos,
rencor, filosofía.
Roto en tu espejo tu mejor idilio,
Y vuelto ya de espaldas a la vida,
Ha de ser tu oración de la mañana:
¡Oh, para ser ahorcado, hermoso día!
Y en toda el alma hay una sola fiesta
tú lo sabrás, Amor sombra florida,
sueño de aroma, y luego... nada; andrajos,
rencor, filosofía.
Roto en tu espejo tu mejor idilio,
Y vuelto ya de espaldas a la vida,
Ha de ser tu oración de la mañana:
¡Oh, para ser ahorcado, hermoso día!
AQUILINO DUQUE
Puertos
del Norte
A Meye Maier
¡Las
niñas bien de calcetines blancos
en aquellos veranos de trasguerra!
En los jardines de Alderdi Eder
el plumón verde de las casuarinas.
El cine de los martes y domingos
en el Teatro Principal. El Náutico
empavesado a punto de zarpar.
El obsesivo “son de la marimba”.
Los catalejos en los miradores.
Las sirenas pidiendo práctico.
El alto puente del trasbordador
y abajo, las traineras, como galgos marinos.
en aquellos veranos de trasguerra!
En los jardines de Alderdi Eder
el plumón verde de las casuarinas.
El cine de los martes y domingos
en el Teatro Principal. El Náutico
empavesado a punto de zarpar.
El obsesivo “son de la marimba”.
Los catalejos en los miradores.
Las sirenas pidiendo práctico.
El alto puente del trasbordador
y abajo, las traineras, como galgos marinos.
Entre
los barcos que limpiaban fondos
y las parrillas para asar sardinas,
arco iris de escamas y de agua
salada y sucia de petróleo y coque.
El misterioso rayo verde
que nadie nunca llegó a ver
encendía en el fondo de la ría
la falsa aurora de los altos hornos.
y las parrillas para asar sardinas,
arco iris de escamas y de agua
salada y sucia de petróleo y coque.
El misterioso rayo verde
que nadie nunca llegó a ver
encendía en el fondo de la ría
la falsa aurora de los altos hornos.
En el
andén del tren eléctrico
pescaderas de faldas de mahón,
y allende el agua, bajo las acacias,
las niñas bien de calcetines blancos.
pescaderas de faldas de mahón,
y allende el agua, bajo las acacias,
las niñas bien de calcetines blancos.
ELENA SOTO
Arcano
II
La
Papisa sedente en el recinto del templo
Si
consideras aún la virtud mágica del nombre,
y el
poder de la palabra que yace hastiado
en el
mundo de los dioses.
Te
ruego ¡Oh Isis! me arrebates
aquí
mismo el nombre y los sentidos.
Arroja
del regazo el libro del Arcano,
y con
tus manos ya libres sujétame el cabello,
hasta
tres veces sumérgeme en el grano,
húndeme
el cuerpo hasta el fondo
en la
fertilidad fluente de los silos.
Tú
que les mostraste el secreto del trigo
condúceme
hasta tu otro yo
hasta
esa parte siniestra y misteriosa
que
ocultas tras tu velo.
Desgarra
entre los pliegues tu hierática mirada
para
que sea posible la osadía
que
yace entre mis brazos.
¡Oh
Isis! Hechicera del templo y de las mieses
ayúdame
a hollarte con espada de plata.
Yo te
prometo la primera gavilla
aquella
que se corta con la mano
todavía
temblorosa.
Te
prometo la guedeja de pelo
que
me cubre la nuca.
Pero
¡Oh Isis! no me abandones en las rocas
donde
el sonido del viento es tan sólo un gemido.
II
De
cómo inlunada vago hasta el recinto del templo
Hermética
cual fatum
el
agua de las charcas refleja como el cuarzo.
Los
perros de la noche aúllan tras las tapias.
La
luna zorra astuta me tiende encrucijadas,
me
liba con sus rayos recodos del sendero.
A lo
lejos ruinas de las torres corroen mis entrañas.
El
ansia, Isis, se oculta en cañas del camino,
en
cavernas de mi cuerpo desiertas
de
tus miembros.
Quizás
tras tus ruinas ya se abran las rosas
y la
lúrida luna se escorie en las murallas.
III
Donde
Isis me enseña la medida del trance
Anoche
me visito la Diosa Negra
y os
juro que no la esperaba.
Sus
cabellos erizaron los míos por un momento.
Sentí
de pronto el temible placer de la lujuria.
Su
mutación fue lenta
el
ébano de sus brazos me aproximó
lentamente
hacia sus labios
y el
calor de sus labios me acercó
voluptuosamente
hacia sus pechos
la
turgencia de sus pechos me arrebató
fieramente
hacia sus ingles
y el
ardor telúrico de sus ingles me llevó
lentamente
hasta los tejos.
Fue
entonces cuando me hallé perdida en el abismo.
La
Diosa Negra me provocó de nuevo
aún
después de la agonía,
gemía
con aullidos de loba solitaria
buscando
la Osa Mayor entre mis dientes.
Movía
la lengua sobre el lodo
palpando
en la tierra indicios de retorno
porque
ella quería tan sólo
que
yo conociera el arrebato.
IV
Donde
Isis regresa al recinto del templo
Yace
ya mi cabeza entre sus muslos
y su
mano yerta reposa entre las rocas.
Abismo,
no
hay abismo posible tras su manto
Isis
me descubrió la medida del trance
el
movimiento exacto que lleva el cuerpo a la catársis.
Me
enseño la modulación única del aullido
que
quiebra
la
disposición especial
de
las cuerdas vocales para el canto.
Hastiada
de cabellos,
Isis
me trenzó cual vilorta de avena
y el
limo de su voz rodeó mi cintura.
Isis
me esperó hasta el día siguiente
en el
umbral del templo
me
calzó tiernamente las sandalias
Y
ocultó mi rostro tras su velo
para
que en la visión del valle
no me
asaltara la nostalgia.
Ahora
Isis es tan sólo el arcano segundo
la
papisa sedente
en el
recinto del templo.
Del libro "La medida del trance"
ESTHER GIMENEZ
Albada
Alguna vez he visto amanecer.
Todos sabéis cómo es: de la negrura
resurge un débil brote sin querer
de luz que el ojo apenas asegura
-si de un color, si de otro, siempre cálido-
que duele, que molesta, que depura
su recién vida, crítico y crisálido,
a punto de quebrársele la pata
al tembloroso cervatillo escuálido.
Se pone en pie, se estira, se dilata...
Mientras, el ojo, ya desperezado,
comienza a reinventar su flor y nata
-color, tono, matiz, significado-
como si no supiera que la luz
nunca ha atendido a Adán ni a su legado.
El Sol confuso alarga la testuz,
se asoma a ver quién mira y nos conoce
aún tras la Tierra-costra-tragaluz
y en confianza nos brinda el primer roce.
¿Quién es padre de quién? Se dice El Hombre
-obtiene de Natura tanto goce
que no queda camino que no alfombre-.
¿Qué sirve de la luz, tautología,
si no tiene perrito que la nombre?
Y el Sol siguió saliendo cada día,
incombustible siempre a nuestros símbolos,
motor casi inmortal de poesía.
Pasando por el forro de los nimbos
cada cantar, si alondra o ruiseñor,
si hacemos desayunos con Pan Bimbo,
si tú, si yo, si bien o mal de amor...
Sin embargo, la ciencia y la costumbre
me obligan a encontrarle al esplendor
un estatismo impropio de su lumbre,
un apagarse lento y sostenido
que no podemos ver desde la cumbre,
que no queremos ver pero es sabido,
se sabe ya seguro, se presiente,
se acabará. Sabéis ya cómo ha sido:
Alguna vez he visto amanecer.
Todos sabéis cómo es: de la negrura
resurge un débil brote sin querer
de luz que el ojo apenas asegura
-si de un color, si de otro, siempre cálido-
que duele, que molesta, que depura
su recién vida, crítico y crisálido,
a punto de quebrársele la pata
al tembloroso cervatillo escuálido.
Se pone en pie, se estira, se dilata...
Mientras, el ojo, ya desperezado,
comienza a reinventar su flor y nata
-color, tono, matiz, significado-
como si no supiera que la luz
nunca ha atendido a Adán ni a su legado.
El Sol confuso alarga la testuz,
se asoma a ver quién mira y nos conoce
aún tras la Tierra-costra-tragaluz
y en confianza nos brinda el primer roce.
¿Quién es padre de quién? Se dice El Hombre
-obtiene de Natura tanto goce
que no queda camino que no alfombre-.
¿Qué sirve de la luz, tautología,
si no tiene perrito que la nombre?
Y el Sol siguió saliendo cada día,
incombustible siempre a nuestros símbolos,
motor casi inmortal de poesía.
Pasando por el forro de los nimbos
cada cantar, si alondra o ruiseñor,
si hacemos desayunos con Pan Bimbo,
si tú, si yo, si bien o mal de amor...
Sin embargo, la ciencia y la costumbre
me obligan a encontrarle al esplendor
un estatismo impropio de su lumbre,
un apagarse lento y sostenido
que no podemos ver desde la cumbre,
que no queremos ver pero es sabido,
se sabe ya seguro, se presiente,
se acabará. Sabéis ya cómo ha sido:
viajante
del Oriente al Occidente
mientras captas de él fulgor de vela,
de toda su reacción la suficiente
aletargada luz que nos revela.
Alguna vez he visto algún ocaso.
Sabéis cómo será: deja su estela
la luz; después se va, poeta acaso.
mientras captas de él fulgor de vela,
de toda su reacción la suficiente
aletargada luz que nos revela.
Alguna vez he visto algún ocaso.
Sabéis cómo será: deja su estela
la luz; después se va, poeta acaso.
WASHINGTON DELGADO
Un
camino equivocado
Un
camino equivocado es también un camino
No
nos detendremos aunque la muerte nos separe
El
cielo ya no es azul ni dorado es el llanto
No
nos detendremos el corazón tiene otros ojos
Hay
que morir un poco para mirar el día.
Mas
antigua que la noche la muerte es una leyenda
Existe
un lugar en donde somos dioses
En el
centro del día un bello rostro.
Del
tiempo de los sueños nada queda
La
tristeza es totalmente necesaria
Todo
nos conduce a la alegría.
Lo
que una vez fue verde nunca muere
Toda
vida posee un bello rostro
Un
camino equivocado es un camino
Y
nada son los días de la muerte.
(Días del corazón, 1957)
MIGUEL GONZÁLEZ GERTH
Escalera
Por
un caracol de despedida
allora per gli addii scala
las damas van descendiendo
rojo intenso negro
lento malva leve
como el espíritu de Giacomo Balla
barandal vuelta tras vuelta
de hierro cada balaustre
de mármol cada peldaño
y de encaje los sombreros
en escalones volados
sonrisas hilvanan miradas
enaguas de andares como agua
curvas transitan las curvas
curvas subieron y bajan
a tiempo llegarán al fondo
raíz de vida raíz de casa
cuántos pasos en declive
cuántos pisos en redondo
miradas pespuntan risas
desde la altura invisible
allora per gli addii scala
las damas han ido bajando
rojo intenso negro
lento malva leve
desde una abúlica nostalgia
las hemos imaginado
allora per gli addii scala
las damas van descendiendo
rojo intenso negro
lento malva leve
como el espíritu de Giacomo Balla
barandal vuelta tras vuelta
de hierro cada balaustre
de mármol cada peldaño
y de encaje los sombreros
en escalones volados
sonrisas hilvanan miradas
enaguas de andares como agua
curvas transitan las curvas
curvas subieron y bajan
a tiempo llegarán al fondo
raíz de vida raíz de casa
cuántos pasos en declive
cuántos pisos en redondo
miradas pespuntan risas
desde la altura invisible
allora per gli addii scala
las damas han ido bajando
rojo intenso negro
lento malva leve
desde una abúlica nostalgia
las hemos imaginado
miércoles, 29 de junio de 2016
CÉSAR ANTONIO MOLINA
Aunque las olas del río de los sueños...
Aunque las olas del río de los sueños
crezcan como un maremoto
y la espuma blanquecina
-danzando una infernal zarabanda-
se ilumine con el esperma de una ballena,
remaremos más aprisa antes de que se vaya la noche
hacia los lugares, en los eternos espacios,
donde aparecen por todos los lados
los nombres que tan bien recuerdan nuestros corazones
y la reliquia de la antigua ruina de los varios mundos.
Aunque las olas del río de los sueños
crezcan como un maremoto
y la espuma blanquecina
-danzando una infernal zarabanda-
se ilumine con el esperma de una ballena,
remaremos más aprisa antes de que se vaya la noche
hacia los lugares, en los eternos espacios,
donde aparecen por todos los lados
los nombres que tan bien recuerdan nuestros corazones
y la reliquia de la antigua ruina de los varios mundos.
AQUILINO DUQUE
El
cachorro en el puente
El
cachorro en el puente
Esta noche, Manuel, tú sobre el puente,
tú sobre el río, prometiendo abrazos
que nunca habrás de dar porque no puedes,
porque un madero y unos clavos dicen
que nadie es libre de morir su muerte.
Esta noche, Manuel, tú sobre el río.
Quién te puso corona de saetas,
Cachorro de Sevilla...
Quién pudo hacerte interminable el tránsito...
Hoy no se pasa: aquí muere Sevilla
mientras tu silueta va en el río
caminando otra vez sobre las aguas...
Y ya tu pelo, nebulosa trágica,
río de miel lentísimo,
va velando la muerte que te vela.
Trono moreno de Judea, pasa.
Pasa, Manuel, tuyo es el Viernes Santo,
tuyos son estos ojos que te lloran,
esta voz que te canta,
esta espuma de estrellas andaluzas.
Sigue pasando, alzado y ofrecido.
Esta noche, Manuel, tú sobre el puente.
Quién te trajo hasta mí, quién levantaba
tu belleza, tu cuerpo como un río,
lanza de luz nocturna en el costado...
Quién pudo hacer que el último suspiro
de tus labios se dé a cada momento,
desde no sé qué siglos hasta ahora,
hasta ahora, para ir diciendo al mundo,
para ir diciendo al tiempo: Así se muere.
Esta noche, Manuel, tú sobre el puente,
tú sobre el río, prometiendo abrazos
que nunca habrás de dar porque no puedes,
porque un madero y unos clavos dicen
que nadie es libre de morir su muerte.
Esta noche, Manuel, tú sobre el río.
Quién te puso corona de saetas,
Cachorro de Sevilla...
Quién pudo hacerte interminable el tránsito...
Hoy no se pasa: aquí muere Sevilla
mientras tu silueta va en el río
caminando otra vez sobre las aguas...
Y ya tu pelo, nebulosa trágica,
río de miel lentísimo,
va velando la muerte que te vela.
Trono moreno de Judea, pasa.
Pasa, Manuel, tuyo es el Viernes Santo,
tuyos son estos ojos que te lloran,
esta voz que te canta,
esta espuma de estrellas andaluzas.
Sigue pasando, alzado y ofrecido.
Esta noche, Manuel, tú sobre el puente.
Quién te trajo hasta mí, quién levantaba
tu belleza, tu cuerpo como un río,
lanza de luz nocturna en el costado...
Quién pudo hacer que el último suspiro
de tus labios se dé a cada momento,
desde no sé qué siglos hasta ahora,
hasta ahora, para ir diciendo al mundo,
para ir diciendo al tiempo: Así se muere.
Así
mueren los Hombres.
(La calle de la luna)
ANTONIO MACHADO
¿Empeñé
tu memoria? ¡Cuántas veces!
La vida baja como un ancho río,
y cuando lleva al mar alto navío
va con cieno verdoso y turbias heces.
Y más si hubo tormenta en sus orillas,
y él arrastra el botín de la tormenta,
si en su cielo la nube cenicienta
se incendió de centellas amarillas.
Pero aunque fluya hacia la mar ignota,
es la vida también agua de fuente
que de claro venero, gota a gota,
o ruidoso penacho de torrente,
bajo el azul, sobre la piedra brota.
y allí suena tu nombre ¡eternamente!
La vida baja como un ancho río,
y cuando lleva al mar alto navío
va con cieno verdoso y turbias heces.
Y más si hubo tormenta en sus orillas,
y él arrastra el botín de la tormenta,
si en su cielo la nube cenicienta
se incendió de centellas amarillas.
Pero aunque fluya hacia la mar ignota,
es la vida también agua de fuente
que de claro venero, gota a gota,
o ruidoso penacho de torrente,
bajo el azul, sobre la piedra brota.
y allí suena tu nombre ¡eternamente!
FABIÁN RIVERA
(paréntesis)
Pensé
en el juguetero lleno de polvo
que nunca me dio nada
(ni una sonrisa
queriéndome arreglar la cara).
Pensé en el pan,
en la taza,
en el humo que de su calor
se desprendía,
y en la cuenta
tras la cuenta de los días
junto a ella.
Pensé
en los vestidos,
en los chalecos que cosía
entre los gestos
que protegieron su añoranza,
sobre la silla que albergó
sus entrañas miserables e infinitas.
Pensé
en el día de su muerte,
en cómo dijo
sin mover un dedo......... (un adiós)
en cómo dijo aquellos labios
que esbozaron, presurosos,
el asco de la vida
que vio derramarse a nuestro lado
con la belleza
de aquel vaso que se aguarda
y escapa a nuestro tacto
un día de sed
y de rupturas.
Pensé
en el juguetero lleno de polvo
que nunca me dio nada
(ni una sonrisa
queriéndome arreglar la cara).
Pensé en el pan,
en la taza,
en el humo que de su calor
se desprendía,
y en la cuenta
tras la cuenta de los días
junto a ella.
Pensé
en los vestidos,
en los chalecos que cosía
entre los gestos
que protegieron su añoranza,
sobre la silla que albergó
sus entrañas miserables e infinitas.
Pensé
en el día de su muerte,
en cómo dijo
sin mover un dedo......... (un adiós)
en cómo dijo aquellos labios
que esbozaron, presurosos,
el asco de la vida
que vio derramarse a nuestro lado
con la belleza
de aquel vaso que se aguarda
y escapa a nuestro tacto
un día de sed
y de rupturas.
Del libro: En aras del silencio
CINTIO VITIER
Calendario
entra dice la ene de la nieve
que sólo existe para el calendario
si entre eros y héroe no se atreve
a prescindir del año imaginario
sigue la fe que nos sopló el primero
al segundo del canto gregoriano
miniatura del sol feble y ligero
que todavía el frío hace lejano
las lomas de su M dan a un mar
rizándose con oes jubilosas
anunciando entretiempos de soñar
zigzagueos de amor entre las cosas
abre la i lo que la ele lanza
con lucidez que a la mirada inunda
“oh luna cuánto abril” es su semblanza
la primavera en sí su reino funda
llega la lluvia sacudiendo el rayo
como una forma natural del arte
la tarde azul deja de ser ensayo
la flor toma el poder y lo reparte
ah junio amigo de la poesía
con tus letras no he de jugar ("perdona
llamas al viento, nieve a la memoria")
y si pudiera "clámide" diría
el ser solar avanza a los umbrales
de la maduración de los colores
en las umbrías úes coloniales
como en la plaza de los resplandores
agosto al gusto ya lo agosta intacto
en la encendida miel del fruto abierto
fosco el mirar de tan radiante tacto
dormido el corazón de tan despierto
empieza a dispersarse la dulzura
en las sierpes nubosas del ocaso
secreto tinte vagamente dura
la noche extiende de rocío el brazo
"escalando sereno las ventanas"
octubre encubre del ciclón el rosa
que lo circunda con extrañas ganas
de ser halo fatal o faz furiosa
no vi su nombre no sentí su sombra
sino de vuelo en tránsito en andenes
como aquél de mi infancia que se asombra
porque siguen silbando aquellos trenes
sensación de llegar -honda familia
callada eternidad cada momento
sabores del hogar en la vigilia-–
ya "todo el tiempo" un solo nacimiento.
27 de marzo 1999
entra dice la ene de la nieve
que sólo existe para el calendario
si entre eros y héroe no se atreve
a prescindir del año imaginario
sigue la fe que nos sopló el primero
al segundo del canto gregoriano
miniatura del sol feble y ligero
que todavía el frío hace lejano
las lomas de su M dan a un mar
rizándose con oes jubilosas
anunciando entretiempos de soñar
zigzagueos de amor entre las cosas
abre la i lo que la ele lanza
con lucidez que a la mirada inunda
“oh luna cuánto abril” es su semblanza
la primavera en sí su reino funda
llega la lluvia sacudiendo el rayo
como una forma natural del arte
la tarde azul deja de ser ensayo
la flor toma el poder y lo reparte
ah junio amigo de la poesía
con tus letras no he de jugar ("perdona
llamas al viento, nieve a la memoria")
y si pudiera "clámide" diría
el ser solar avanza a los umbrales
de la maduración de los colores
en las umbrías úes coloniales
como en la plaza de los resplandores
agosto al gusto ya lo agosta intacto
en la encendida miel del fruto abierto
fosco el mirar de tan radiante tacto
dormido el corazón de tan despierto
empieza a dispersarse la dulzura
en las sierpes nubosas del ocaso
secreto tinte vagamente dura
la noche extiende de rocío el brazo
"escalando sereno las ventanas"
octubre encubre del ciclón el rosa
que lo circunda con extrañas ganas
de ser halo fatal o faz furiosa
no vi su nombre no sentí su sombra
sino de vuelo en tránsito en andenes
como aquél de mi infancia que se asombra
porque siguen silbando aquellos trenes
sensación de llegar -honda familia
callada eternidad cada momento
sabores del hogar en la vigilia-–
ya "todo el tiempo" un solo nacimiento.
27 de marzo 1999
JOSÉ ASUNCIÓN SILVA
La
ventana
Oh temps évanouis!
O splendeur éclipsées,
Oh soleils descendus derrière l'horizon!
Oh soleils descendus derrière l'horizon!
VICTOR HUGO
Al
frente de un balcón, blanco y dorado,
obra de nuestro siglo diez y nueve
hay en la estrecha calle una muy vieja
ventana colonial. Bendita rama
adorna la gran reja,
de barrotes de hierro colosales,
que tiene en lo más alto un monograma
hecho de incomprensibles iniciales.
obra de nuestro siglo diez y nueve
hay en la estrecha calle una muy vieja
ventana colonial. Bendita rama
adorna la gran reja,
de barrotes de hierro colosales,
que tiene en lo más alto un monograma
hecho de incomprensibles iniciales.
A la
lumbre postrera
del sol en occidente, ¿quién no espera,
mirar allí, sombría,
medio perdida en la rizada gola,
la cabeza severa
de algún oidor, o los oscuros ojos
de una dama española
de nacarada tez y labios rojos,
que al venir de la hermosa Andalucía
a la colonia nueva
el germen de letal melancolía
por el recuerdo de la patria lleva?
¡Pero no, ni las sombras le han quedado
de los que vio perderse en el pasado;
loca turba infantil la invade ahora,
uno ríe, otro llora;
a la palma bendita
la niña arranca retejida rama,
y mientras uno al compañero llama
con incansable afán el otro grita.
No guarda su memoria
de la ventana la vetusta historia
y sólo en ella fija
la atención el poeta,
para quien tienen una voz secreta
los líquenes grisosos
que al nacer en la estatua alabastrina,
del beso de los siglos son señales,
y a quien narran poemas misteriosos
las sombras de las viejas catedrales!
del sol en occidente, ¿quién no espera,
mirar allí, sombría,
medio perdida en la rizada gola,
la cabeza severa
de algún oidor, o los oscuros ojos
de una dama española
de nacarada tez y labios rojos,
que al venir de la hermosa Andalucía
a la colonia nueva
el germen de letal melancolía
por el recuerdo de la patria lleva?
¡Pero no, ni las sombras le han quedado
de los que vio perderse en el pasado;
loca turba infantil la invade ahora,
uno ríe, otro llora;
a la palma bendita
la niña arranca retejida rama,
y mientras uno al compañero llama
con incansable afán el otro grita.
No guarda su memoria
de la ventana la vetusta historia
y sólo en ella fija
la atención el poeta,
para quien tienen una voz secreta
los líquenes grisosos
que al nacer en la estatua alabastrina,
del beso de los siglos son señales,
y a quien narran poemas misteriosos
las sombras de las viejas catedrales!
Hoy
hace más de un siglo, ha muchos años,
ella escuchó la cántiga española
que tristes desengaños,
o desventuras amorosas narra
de la alta noche en la quietud serena,
acompañada en la gentil guitarra,
por noble caballero
a quien tornara con la estrofa grata
el recuerdo de alegre serenata
dada en la aristocrática Sevilla,
cabe el Guadalquivir, do en claras noches
la calada Giralda se retrata
y la luz de la luna limpia brilla.
ella escuchó la cántiga española
que tristes desengaños,
o desventuras amorosas narra
de la alta noche en la quietud serena,
acompañada en la gentil guitarra,
por noble caballero
a quien tornara con la estrofa grata
el recuerdo de alegre serenata
dada en la aristocrática Sevilla,
cabe el Guadalquivir, do en claras noches
la calada Giralda se retrata
y la luz de la luna limpia brilla.
La
brisa, dulce y leve,
como las vagas formas del deseo,
llevó al pasar por los barrotes duros,
aroma de azahares y de lirios,
en las risueñas fiestas de himeneo,
juramentos de amor, santos y puros,
de mortuörios cirios
el triste olor, las plácidas historias,
conque la noble abuela
al rubio nieto adormeció en la cuna
y la oración que hacia los cielos vuela
suave como los rayos de la luna.
como las vagas formas del deseo,
llevó al pasar por los barrotes duros,
aroma de azahares y de lirios,
en las risueñas fiestas de himeneo,
juramentos de amor, santos y puros,
de mortuörios cirios
el triste olor, las plácidas historias,
conque la noble abuela
al rubio nieto adormeció en la cuna
y la oración que hacia los cielos vuela
suave como los rayos de la luna.
Inútil,
allí, a solas,
ella miró pasar generaciones,
como pasan, con raudo movimiento,
sobre la playa las marinas olas
en la sombra los coros de visiones
y las aristas leves en el viento;
y ora mira la turba de los niños
de risueñas mejillas sonrosadas,
que al asomar tras de la fuerte reja
sonriente semeja
un ramo de camelias encarnadas!
ella miró pasar generaciones,
como pasan, con raudo movimiento,
sobre la playa las marinas olas
en la sombra los coros de visiones
y las aristas leves en el viento;
y ora mira la turba de los niños
de risueñas mejillas sonrosadas,
que al asomar tras de la fuerte reja
sonriente semeja
un ramo de camelias encarnadas!
¡Ay!
todo pasará, —niñez risueña,
juventud sonrïente,
edad viril que en el futuro sueña,
vejez llena de afán...
...Tal vez mañana,
cuando de aquellos niños queden sólo
las ignotas y viejas sepulturas
aún tenga el mismo sitio la ventana.
juventud sonrïente,
edad viril que en el futuro sueña,
vejez llena de afán...
...Tal vez mañana,
cuando de aquellos niños queden sólo
las ignotas y viejas sepulturas
aún tenga el mismo sitio la ventana.
martes, 28 de junio de 2016
MIGUEL GONZÁLEZ GERTH
El
otro lado del mapa
a María Kodama de Borges
El
Atlántico era su océano.
El Mediterráneo era su mar.
Otras extensiones de agua:
el Lago de Ginebra, el Ródano,
el Río de la Plata.
Hoy, mientras contemplo el azul Pacífico,
sobre el cual voló dos veces,
pienso en Borges.
Pienso en todas las palabras:
las que me dijo a mí
y las que yo podría haber dicho.
Como el agua, las palabras fluyen
y, cuando sopla el viento,
forman olas, remansos, remolinos. Y desaparecen.
Quizá besen las riberas de la realidad
en las bahías remotas del tiempo,
llevando sus crestas consumadas
de ilusión fría
a romperse sobre la arena cálida.
Esas cabrillas
sabe usted, Borges:
esas pequeñas olas dóciles, cuya espuma
juega con los laberintos de la luz,
la luz vista y no vista,
constantemente vuelven con el vaivén de la marea,
mojando el vidrio requemado
hasta que refleja la redondez del cielo,
el universo que se pierde
más allá de donde alcanza el pensamiento,
nómade inquieto en el espacio infinito.
Una bala de cañón de hace doscientos años
aún silba su canción fatal
al pasar volando.
Estoy sentado en la cubierta de un barco
cuya historia ha sido reducida,
de la firma de tratados importantes
al viaje de comunes y corrientes.
Miro fijamente el mar, un mapa
detrás del cual se ha ido acumulando
un fértil polvo
que mi pensamiento surca
lentamente como una proa.
Y el azul Pacífico
devuelve la mirada, acaso incrédulo
del cerco horizontal
que es el trasfondo de mis ojos.
Siento un suave movimiento
adormeciendo mis pasiones
sin alterar la vista,
la configuración imprecisa
de calladas, exuberantes, misteriosas islas
que navegan a mi lado.
Todo se hace con espejos, se me ha dicho,
salvo que Caín y Abel...
Nuestras palabras son como el azogue
de las estratagemas.
Borges, ¿está usted por allí también,
como en esa otra densa y nítida Babel?
El Mediterráneo era su mar.
Otras extensiones de agua:
el Lago de Ginebra, el Ródano,
el Río de la Plata.
Hoy, mientras contemplo el azul Pacífico,
sobre el cual voló dos veces,
pienso en Borges.
Pienso en todas las palabras:
las que me dijo a mí
y las que yo podría haber dicho.
Como el agua, las palabras fluyen
y, cuando sopla el viento,
forman olas, remansos, remolinos. Y desaparecen.
Quizá besen las riberas de la realidad
en las bahías remotas del tiempo,
llevando sus crestas consumadas
de ilusión fría
a romperse sobre la arena cálida.
Esas cabrillas
sabe usted, Borges:
esas pequeñas olas dóciles, cuya espuma
juega con los laberintos de la luz,
la luz vista y no vista,
constantemente vuelven con el vaivén de la marea,
mojando el vidrio requemado
hasta que refleja la redondez del cielo,
el universo que se pierde
más allá de donde alcanza el pensamiento,
nómade inquieto en el espacio infinito.
Una bala de cañón de hace doscientos años
aún silba su canción fatal
al pasar volando.
Estoy sentado en la cubierta de un barco
cuya historia ha sido reducida,
de la firma de tratados importantes
al viaje de comunes y corrientes.
Miro fijamente el mar, un mapa
detrás del cual se ha ido acumulando
un fértil polvo
que mi pensamiento surca
lentamente como una proa.
Y el azul Pacífico
devuelve la mirada, acaso incrédulo
del cerco horizontal
que es el trasfondo de mis ojos.
Siento un suave movimiento
adormeciendo mis pasiones
sin alterar la vista,
la configuración imprecisa
de calladas, exuberantes, misteriosas islas
que navegan a mi lado.
Todo se hace con espejos, se me ha dicho,
salvo que Caín y Abel...
Nuestras palabras son como el azogue
de las estratagemas.
Borges, ¿está usted por allí también,
como en esa otra densa y nítida Babel?
DIONICIO MORALES
Las
piedras silvestres
A Héctor Azar
1
Las piedras silvestres nunca duermen
sueñan
en la inmortalidad de los seres y las cosas
amadas
Guardan en su interior
el gran peso del mundo
Arrastran la vida petrificada en sus entrañas
Nadie sabe que son lisas y suaves por dentro
Respiran saudades
Ensueñan
desde su anónima serenidad romanzas lustrales
2
Las piedras silvestres
aman el orden secreto de la tierra
su vaho guardián
sofoco ideal para reproducirse
Aman la lluvia religiosa
puntual
y
su
larga
caída
en algodones diminutos que limpian
sus duras escamas
velámenes grises en que navegan
de un sitio a otro
Las piedras silvestres aman el sol irreverente
seductor
a la hora del fuego
sobre su deformada redondez
Aman los días de campo espontáneos
lujuriosos
a los amantes sorprendidos
en su plácido abrigo
gozosos
sordos a las miradas ajenas.
3
Las piedras silvestres son mudas
El tiempo es su lenguaje
secreto
detenido en la sólida armazón de su piel
Son sabias
Guiñan un ojo al infinito
y la eternidad esconde en la llanada
su memorioso canto
No recuerdan ni olvidan
Su memoria
resguarda los instantes primitivos
remotos
en imágenes selladas
4
Las piedras silvestres aman al mar
a sus golpes feroces
que tasajean su rostro
Aman la sal
el dolor cicatrizado
que endurece su cuerpo sensitivo
en una vieja escollera
Aman al mar de lejos
Lo añoran en los negros
silencios nocturnos
o en los claros fragores del día
En la cúspide escalera
del sol
o en las profundidades del infierno
5
Cuando se rompen
se quiebran
se deshacen
en partículas
las piedras silvestres nunca mueren
Tejen su telaraña
de luz
alcanzan la perfección en la otra vida
—que es la misma—
renuevan su mansedumbre
y se aparean
crecen
se perpetúan.
Las piedras silvestres nunca duermen
sueñan
en la inmortalidad de los seres y las cosas
amadas
Guardan en su interior
el gran peso del mundo
Arrastran la vida petrificada en sus entrañas
Nadie sabe que son lisas y suaves por dentro
Respiran saudades
Ensueñan
desde su anónima serenidad romanzas lustrales
2
Las piedras silvestres
aman el orden secreto de la tierra
su vaho guardián
sofoco ideal para reproducirse
Aman la lluvia religiosa
puntual
y
su
larga
caída
en algodones diminutos que limpian
sus duras escamas
velámenes grises en que navegan
de un sitio a otro
Las piedras silvestres aman el sol irreverente
seductor
a la hora del fuego
sobre su deformada redondez
Aman los días de campo espontáneos
lujuriosos
a los amantes sorprendidos
en su plácido abrigo
gozosos
sordos a las miradas ajenas.
3
Las piedras silvestres son mudas
El tiempo es su lenguaje
secreto
detenido en la sólida armazón de su piel
Son sabias
Guiñan un ojo al infinito
y la eternidad esconde en la llanada
su memorioso canto
No recuerdan ni olvidan
Su memoria
resguarda los instantes primitivos
remotos
en imágenes selladas
4
Las piedras silvestres aman al mar
a sus golpes feroces
que tasajean su rostro
Aman la sal
el dolor cicatrizado
que endurece su cuerpo sensitivo
en una vieja escollera
Aman al mar de lejos
Lo añoran en los negros
silencios nocturnos
o en los claros fragores del día
En la cúspide escalera
del sol
o en las profundidades del infierno
5
Cuando se rompen
se quiebran
se deshacen
en partículas
las piedras silvestres nunca mueren
Tejen su telaraña
de luz
alcanzan la perfección en la otra vida
—que es la misma—
renuevan su mansedumbre
y se aparean
crecen
se perpetúan.
De: Las estaciones rotas
FRANCISCO CERVANTES
Digamos
a una sola voz
Todas
las tardes me visita, pues
conoce mi debilidad por ella, mi
viejo y dulce vicio por su presen-
cia melosa. Llega, se instala des-
cansa un poco, se acomoda y des-
pués inicia su lento recorrido por
todas las instancias de mi memoria.
Desde su primera visita conoce la
plaza, el plazo, la consigna que le
indicará que no podrá volver, que
ha tocado mis límites. Ahora es pre-
ciso que la deje transitar libremen-
te interrúmpome y le digo, casi en
silencio: Bienvenida, Saudade mía,
bienvenida, aunque lo que recuerdas no
fuera como lo repites, bienvenida seas.
conoce mi debilidad por ella, mi
viejo y dulce vicio por su presen-
cia melosa. Llega, se instala des-
cansa un poco, se acomoda y des-
pués inicia su lento recorrido por
todas las instancias de mi memoria.
Desde su primera visita conoce la
plaza, el plazo, la consigna que le
indicará que no podrá volver, que
ha tocado mis límites. Ahora es pre-
ciso que la deje transitar libremen-
te interrúmpome y le digo, casi en
silencio: Bienvenida, Saudade mía,
bienvenida, aunque lo que recuerdas no
fuera como lo repites, bienvenida seas.
De: Esta sustancia amarga (1973)
RAÚL RENAN
Felis
Catutus
Permítaseme hablar de mi gato
antes que la rutina ecológica
lo extinga.
Es negro apanterado.
Se interna en la noche para llenar
los espacios de luz impertinentes
al sueño humano.
Camina entre sí y no
en el alambre curvo del silencio.
Ronronea a cambio de los mimos
que adiestro sobre su lomo.
Sube a la cómoda de la cama
para mirar mejor desde mis pesadillas.
(Debe erizar su espalda horrorizado).
Se encuclilla ante un plato para gruñir al día
se lo come con tripas, huesos y todo.
A veces lo atrapa en el vuelo
y hace de sus plumas un edredón sutil.
Corcovea enredando mis pasos con sus gracias
y yo caigo a sus devaneos con un manjar
en forma de alas de ratón.
Cuando reposa y me siente pasar
entorna lo amarillo de los ojos,
como guiña el escote una mujer.
Duerme arrebujado en su borla negra
con la cruz rosa de su hocico hacia arriba
para espantar la malignidad ambulante.
Discreto mira desde abajo el tráfago de casa:
los tropiezos y los sigilos.
Llegada la noche sale a pringar los muros
con los llantos previos
por el amor que vendrá.
Después regresa sin tacha de ruido
tal cual camina detrás de la sombra
a la que plantará susto de órdago.
En la libreta de los visitantes
de este mundo, quedará inscrito.
(Felis Catus. Mamífero, carnívoro, de la familia de los Félidos.)
( )
De: Parentescos (2003)
FÁTIMA VÉLEZ
Ceguera del presente
I
Unos ojos cerrados por el dolor
lo han estado mirando
Duerme como no duermen los hombres
en su sueño
la respiración es un río suelto
lejos del cuerpo
en su cuerpo
es la quietud del que ha caído
recuperándose desde la sombra
II
lo han estado mirando
Duerme como no duermen los hombres
en su sueño
la respiración es un río suelto
lejos del cuerpo
en su cuerpo
es la quietud del que ha caído
recuperándose desde la sombra
II
La piel debe callar ahora
como si fuera nunca
la mirada se desliza
agua estancada
interrumpida por el vuelo de un pájaro
III
Mira
ahora
hay encuentros indicándonos la fortaleza de lo invisible
de mis ojos que se atascan
de mis ganas de no levantarme
de no sentir el calor
ni el frío ciudad
ni el frío alma
IV
hay encuentros indicándonos la fortaleza de lo invisible
de mis ojos que se atascan
de mis ganas de no levantarme
de no sentir el calor
ni el frío ciudad
ni el frío alma
IV
Este aquí
donde se detiene el movimiento de la tierra
antes fue cuerpo de lo que huía hacia nosotros
los de pequeñas manos
los que apenas conteníamos en nuestros labios
las primeras sílabas de la contemplación
Poemas del libro inédito: Orillas
ALÍ CALDERÓN
Régle sommaire et
génerale: en amour gardez-vous de la
lune et des etoiles, gardez-vous de la Venus de Milo.
lune et des etoiles, gardez-vous de la Venus de Milo.
Charles
Baudelaire
CUANDO CHARLES BAUDELAIRE
leyó los versos de Villon el viejo
habría levantado la mirada,
dirigido certeros venablos pupilares
a las puertas dulces de la Librairie Nouvelle
del igualmente dulce y decadente Boulevard des Italiennes;
allí encontraría, sin duda alguna,
antimodernos paisajes lunares,
litografías de estrellas magníficas
y ese mármol de Milo
del que invariable se guardaba tanto.
Era ella que al modo de un ejército triunfante
cruzaba por el vano
coronada en guirnaldas:
la magnificencia de Jeanne Duval.
Sin embargo, Karla, te aseguro
que al regresar Baudelaire a su alcoba
del Hotel Pimodan
magnético por la convulsión de la belleza
no sintió por ella ni la centésima parte
de lo que hoy estoy sintiendo por ti.
leyó los versos de Villon el viejo
habría levantado la mirada,
dirigido certeros venablos pupilares
a las puertas dulces de la Librairie Nouvelle
del igualmente dulce y decadente Boulevard des Italiennes;
allí encontraría, sin duda alguna,
antimodernos paisajes lunares,
litografías de estrellas magníficas
y ese mármol de Milo
del que invariable se guardaba tanto.
Era ella que al modo de un ejército triunfante
cruzaba por el vano
coronada en guirnaldas:
la magnificencia de Jeanne Duval.
Sin embargo, Karla, te aseguro
que al regresar Baudelaire a su alcoba
del Hotel Pimodan
magnético por la convulsión de la belleza
no sintió por ella ni la centésima parte
de lo que hoy estoy sintiendo por ti.
lunes, 27 de junio de 2016
JAVIER SALVAGO
Amar
por el placer de amar,
pero no sólo.
Zambullirse en la vida
no sólo por el gusto de gozarla.
Probar todos los frutos
para saber qué ocultan y a qué saben.
Comer para rumiar.
Vivir para contarlo.
pero no sólo.
Zambullirse en la vida
no sólo por el gusto de gozarla.
Probar todos los frutos
para saber qué ocultan y a qué saben.
Comer para rumiar.
Vivir para contarlo.
LEÓN FELIPE
¡Qué
pena!
¡Qué
pena si este camino fuera de muchísimas leguas
y siempre se repitieran
los mismos pueblos, la mismas ventas
los mismos rebaños, las mismas recuas!
¡Qué pena si esta vida tuviera
—esta vida nuestra—
mil años de existencia!
¿Quién la haría hasta el fin llevadera?
¿Quién la soportaría toda sin protesta?
¿Quién lee diez siglos en la Historia y no la cierra
al ver las mismas cosas siempre con distinta fecha?
Los mismos hombres, las mismas guerras,
los mismos tiranos, las mismas cadenas,
y los mismos farsantes, las mismas sectas
¡y los mismos, los mismos poetas!
¡Qué pena,
que sea así todo siempre, siempre de la misma manera!
y siempre se repitieran
los mismos pueblos, la mismas ventas
los mismos rebaños, las mismas recuas!
¡Qué pena si esta vida tuviera
—esta vida nuestra—
mil años de existencia!
¿Quién la haría hasta el fin llevadera?
¿Quién la soportaría toda sin protesta?
¿Quién lee diez siglos en la Historia y no la cierra
al ver las mismas cosas siempre con distinta fecha?
Los mismos hombres, las mismas guerras,
los mismos tiranos, las mismas cadenas,
y los mismos farsantes, las mismas sectas
¡y los mismos, los mismos poetas!
¡Qué pena,
que sea así todo siempre, siempre de la misma manera!
ÓSCAR HAHN
Cómo
carne de cóndores hirvientes
o de tordos quemados como cresta
del rojo al negro se cambió la fiesta
y en silencio se fueron los clientes.
Se nos vació no más todo el prostíbulo
se vaciaron las camas y los bares
y todas las que estábamos de a pares
sollozamos de a una en el vestíbulo.
Por el pasillo viene la señora
siempre tan maternal siempre a la hora
con su taza de té y un trago fuerte.
Para qué te moriste desgraciado.
Mira mi pobre cuarto desolado
tipo traidor: cafiche de la muerte.
o de tordos quemados como cresta
del rojo al negro se cambió la fiesta
y en silencio se fueron los clientes.
Se nos vació no más todo el prostíbulo
se vaciaron las camas y los bares
y todas las que estábamos de a pares
sollozamos de a una en el vestíbulo.
Por el pasillo viene la señora
siempre tan maternal siempre a la hora
con su taza de té y un trago fuerte.
Para qué te moriste desgraciado.
Mira mi pobre cuarto desolado
tipo traidor: cafiche de la muerte.
JESÚS MUNÁRRIZ
en un
arranque de moral,
se suprimieron por decreto
los prostíbulos del país.
y desde entonces no tenemos putas.
"Cuarentena" 1977
se suprimieron por decreto
los prostíbulos del país.
y desde entonces no tenemos putas.
"Cuarentena" 1977
ESTHER GIMÉNEZ
Hallar al fin
Mirarte a ti a los ojos más atenta.
Perderse en línea recta en la que busco.
Sólo encontrar la puerta tras la puerta,
espejo en el espejo más minúsculo.
El Aire, el Agua, el Fuego, solo estrella.
El Big Bang de moléculas del Mundo.
Responderse "verdad " por si se acierta
y no acertar. Volverse a un mismo punto.
Leerte a ti en los ojos un poema.
Buscarte donde estás, cavar la justo,
descifrar los estratos de La Tierra
y no acertar. Volverse eterno alumno.
Azar. Hallar al fin. Mirarte dentro:
certeza de que no hay Quinto Elemento.
Mirarte a ti a los ojos más atenta.
Perderse en línea recta en la que busco.
Sólo encontrar la puerta tras la puerta,
espejo en el espejo más minúsculo.
El Aire, el Agua, el Fuego, solo estrella.
El Big Bang de moléculas del Mundo.
Responderse "verdad " por si se acierta
y no acertar. Volverse a un mismo punto.
Leerte a ti en los ojos un poema.
Buscarte donde estás, cavar la justo,
descifrar los estratos de La Tierra
y no acertar. Volverse eterno alumno.
Azar. Hallar al fin. Mirarte dentro:
certeza de que no hay Quinto Elemento.
ANA CAROLINA QUIÑONEZ SALPIETRO
Prótesis
Dentro
un animal
no
sobra espacio
Estás
solo
Alimentándote
Viendo
ciudades
desiertas
desde sus ojos
domingo, 26 de junio de 2016
ALFONSO REYES
Esta
Necesidad
Esta
necesidad de sacrificio,
que me hace vivir como muriendo,
me subleva de modo que no entiendo
cómo me tiene amor a su servicio.
que me hace vivir como muriendo,
me subleva de modo que no entiendo
cómo me tiene amor a su servicio.
Quédate,
amor y váyase el suplicio
inútil que me tiene padeciendo:
si el alma claro me lo está diciendo,
que amar amor es amar sacrificio!
inútil que me tiene padeciendo:
si el alma claro me lo está diciendo,
que amar amor es amar sacrificio!
Cuánto
exiges, amor, ay cuánto exiges!
Y cómo en tus oscuros arrebatos
disfrutas, alma, cuanto más te afliges!
Y cómo en tus oscuros arrebatos
disfrutas, alma, cuanto más te afliges!
Y qué
bien miro lo que voy perdiendo!
Y qué bien miro que son insensatos
los que quieren vivir como muriendo!.
Y qué bien miro que son insensatos
los que quieren vivir como muriendo!.
"Esta Necesidad" Monterrey 1909.
ELA CUAVAS
Balada
de la deseada muerte
La
muerte seduce el hilo de sangre
que
asoma por mi frente.
Atravieso
el patio florecido de jazmines,
aprendí
a encogerme y a estirarme
como
el gusano por entre los laureles.
Reducida
a hoja sobrevuelo la noche
y
junto a los pájaros muertos
me
desgarro en el follaje.
Triste
por no encontrar
suficiente
tierra para mis huesos,
vuelvo
a entonar esta canción,
como
la última canción que cantan
los marineros
en la alta noche.
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