martes, 28 de junio de 2016

FRANCISCO CERVANTES




Digamos a una sola voz



Todas las tardes me visita, pues
conoce mi debilidad por ella, mi
viejo y dulce vicio por su presen-
cia melosa. Llega, se instala des-
cansa un poco, se acomoda y des-
pués inicia su lento recorrido por
todas las instancias de mi memoria.
Desde su primera visita conoce la
plaza, el plazo, la consigna que le
indicará que no podrá volver, que
ha tocado mis límites. Ahora es pre-
ciso que la deje transitar libremen-
te interrúmpome y le digo, casi en                      
silencio: Bienvenida, Saudade mía,
bienvenida, aunque lo que recuerdas no
fuera como lo repites, bienvenida seas. 


De: Esta sustancia amarga (1973)



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