Las
piedras silvestres
A Héctor Azar
1
Las piedras silvestres nunca duermen
sueñan
en la inmortalidad de los seres y las cosas
amadas
Guardan en su interior
el gran peso del mundo
Arrastran la vida petrificada en sus entrañas
Nadie sabe que son lisas y suaves por dentro
Respiran saudades
Ensueñan
desde su anónima serenidad romanzas lustrales
2
Las piedras silvestres
aman el orden secreto de la tierra
su vaho guardián
sofoco ideal para reproducirse
Aman la lluvia religiosa
puntual
y
su
larga
caída
en algodones diminutos que limpian
sus duras escamas
velámenes grises en que navegan
de un sitio a otro
Las piedras silvestres aman el sol irreverente
seductor
a la hora del fuego
sobre su deformada redondez
Aman los días de campo espontáneos
lujuriosos
a los amantes sorprendidos
en su plácido abrigo
gozosos
sordos a las miradas ajenas.
3
Las piedras silvestres son mudas
El tiempo es su lenguaje
secreto
detenido en la sólida armazón de su piel
Son sabias
Guiñan un ojo al infinito
y la eternidad esconde en la llanada
su memorioso canto
No recuerdan ni olvidan
Su memoria
resguarda los instantes primitivos
remotos
en imágenes selladas
4
Las piedras silvestres aman al mar
a sus golpes feroces
que tasajean su rostro
Aman la sal
el dolor cicatrizado
que endurece su cuerpo sensitivo
en una vieja escollera
Aman al mar de lejos
Lo añoran en los negros
silencios nocturnos
o en los claros fragores del día
En la cúspide escalera
del sol
o en las profundidades del infierno
5
Cuando se rompen
se quiebran
se deshacen
en partículas
las piedras silvestres nunca mueren
Tejen su telaraña
de luz
alcanzan la perfección en la otra vida
—que es la misma—
renuevan su mansedumbre
y se aparean
crecen
se perpetúan.
Las piedras silvestres nunca duermen
sueñan
en la inmortalidad de los seres y las cosas
amadas
Guardan en su interior
el gran peso del mundo
Arrastran la vida petrificada en sus entrañas
Nadie sabe que son lisas y suaves por dentro
Respiran saudades
Ensueñan
desde su anónima serenidad romanzas lustrales
2
Las piedras silvestres
aman el orden secreto de la tierra
su vaho guardián
sofoco ideal para reproducirse
Aman la lluvia religiosa
puntual
y
su
larga
caída
en algodones diminutos que limpian
sus duras escamas
velámenes grises en que navegan
de un sitio a otro
Las piedras silvestres aman el sol irreverente
seductor
a la hora del fuego
sobre su deformada redondez
Aman los días de campo espontáneos
lujuriosos
a los amantes sorprendidos
en su plácido abrigo
gozosos
sordos a las miradas ajenas.
3
Las piedras silvestres son mudas
El tiempo es su lenguaje
secreto
detenido en la sólida armazón de su piel
Son sabias
Guiñan un ojo al infinito
y la eternidad esconde en la llanada
su memorioso canto
No recuerdan ni olvidan
Su memoria
resguarda los instantes primitivos
remotos
en imágenes selladas
4
Las piedras silvestres aman al mar
a sus golpes feroces
que tasajean su rostro
Aman la sal
el dolor cicatrizado
que endurece su cuerpo sensitivo
en una vieja escollera
Aman al mar de lejos
Lo añoran en los negros
silencios nocturnos
o en los claros fragores del día
En la cúspide escalera
del sol
o en las profundidades del infierno
5
Cuando se rompen
se quiebran
se deshacen
en partículas
las piedras silvestres nunca mueren
Tejen su telaraña
de luz
alcanzan la perfección en la otra vida
—que es la misma—
renuevan su mansedumbre
y se aparean
crecen
se perpetúan.
De: Las estaciones rotas
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