domingo, 16 de octubre de 2016

RICARDO RUBIO



  
La rueca      
                                


Hay un reclamo de lógica
en la espalda del viento,
un reclamo de espacio y de ciencia
en la sabiduría de las rocas.
Como nave cristalina,
el tiempo reviste la desnudez de la tierra,
y los profanos hijos del ancestro se pintan de colores
y se visten de espejos nunca vistos.

Y hay otras tantas formas de huir.

Baja un llanto esmeralda
acariciando la mansedad de la montaña,
trae mineral con una verdad a cuestas.
Alguien descompuso esas semillas
y creyéndose sabio les dio una cifra,
y cifra y letra formaron parásitos de papel
que no sacian nuestra sed de invitados sin regalo.
La claridad brotaría de viejas filosofías no escritas aún,
los astros nada saben de palomas ni de credos,
pero el suelo ha dado flores e insectos,
y sin contarnos nos envuelve en silencio y a él volvemos.

Hay otras tantas formas de huir.

Objeto de grandes pensadores
con grandes cerebros y fortunas,
y profetas, magos, monjes e ingenieros.
Objeto de inútiles pisadas, de invasiones, de colonización,
de intrépidos periplos alrededor de qué o de quién,
de formas y dibujos, de forzados cambios
y de lluvias atómicas que nada saben de núcleo ni de átomo.
Por eso el suelo aguantando no es sed y es amparo;
sin embargo, el gemido asoma en el desierto
y el grito en el volcán.

¿Quién me dará una almeja y un balde de arena?
¿Quién me enseñará a no saber nada?

Y otras tantas formas de huir.


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