La rueca
Hay
un reclamo de lógica
en la
espalda del viento,
un
reclamo de espacio y de ciencia
en la
sabiduría de las rocas.
Como
nave cristalina,
el
tiempo reviste la desnudez de la tierra,
y los
profanos hijos del ancestro se pintan de colores
y se
visten de espejos nunca vistos.
Y hay
otras tantas formas de huir.
Baja
un llanto esmeralda
acariciando
la mansedad de la montaña,
trae
mineral con una verdad a cuestas.
Alguien
descompuso esas semillas
y
creyéndose sabio les dio una cifra,
y
cifra y letra formaron parásitos de papel
que
no sacian nuestra sed de invitados sin regalo.
La
claridad brotaría de viejas filosofías no escritas aún,
los
astros nada saben de palomas ni de credos,
pero
el suelo ha dado flores e insectos,
y sin
contarnos nos envuelve en silencio y a él volvemos.
Hay
otras tantas formas de huir.
Objeto
de grandes pensadores
con
grandes cerebros y fortunas,
y
profetas, magos, monjes e ingenieros.
Objeto
de inútiles pisadas, de invasiones, de colonización,
de
intrépidos periplos alrededor de qué o de quién,
de
formas y dibujos, de forzados cambios
y de
lluvias atómicas que nada saben de núcleo ni de átomo.
Por
eso el suelo aguantando no es sed y es amparo;
sin
embargo, el gemido asoma en el desierto
y el
grito en el volcán.
¿Quién
me dará una almeja y un balde de arena?
¿Quién
me enseñará a no saber nada?
Y
otras tantas formas de huir.
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