lunes, 14 de agosto de 2017

ELEONORA FINKELSTEIN





Grandes inventos




Debo aclarar que esto es ficción.
Ficción, como todo lo que tenemos en la memoria
por más que lo llamemos recuerdo.

La madre de mi abuelo trabajaba para un conde
y dicen que imitaba sus modales.
En tanto, mi abuela era hija de comerciantes,
de los que se dejan impresionar.
Una historia clásica.
No es difícil adivinar lo que viene después:
un montón de pequeñas tragedias
coronadas por un final feliz
que no pudo mover la historia
¿Para qué continuar?

Dicen, además, que el tiempo real está lleno
de cuentos sencillos, repetidos,
pero toda civilización
también empieza humildemente.
Cada nuevo mundo está listo
para partir de cero:
padre, hijo, nieto,
antes de contar hasta tres
ya imaginaban un escudo de armas.

Yo digo que hay que irse con cuidado
porque todos aquellos
que están muertos hace un siglo,
tuvieron sus mejores días.

No levanto la vista ahora
porque este no es un poema épico
aunque parezca.
Es un poema pequeño
(como las mencionadas tragedias).
Y desnudo, recto.
Apenas una señal
antes de que sea demasiado tarde.
Porque un invento es una cosa nueva
y sirve para darse ánimo.

Siempre hay que empezar por algo.





No hay comentarios:

Publicar un comentario