El Cucú
De pronto recordé
al cucú, en la cocina de la casa de mi tía Alba, una mansión que para mí
representaba algo así como un castillo, pues tenía dos plantas, tres patios,
cocheras y despensa donde se almacenaban dulces y fiambres para el invierno a
la manera de las viejas costumbres.
El cucú daba las
horas con su trino y todos insistían para que lo mirara, pero, cosa extraña, yo
nunca pude verlo. Tal vez era muy pequeña o muy distraída. Entonces olvidé al
cucú. Legué a pensar, durante esta mañana en que el sueño me mantenía aún amarrada
a su mundo, que esa maravillosa máquina doméstica había sido una fantasía de la
infancia y que nunca había existido. Recordé algunas líneas de Borges, casi
dormida todavía, en donde dice que al paso de los años todo es igual, el que
algo haya sucedido o no haya sucedido, y más aún, el que hayamos sido o no
hayamos sido, pues nuestras nadas poco difieren.
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