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hay un
vocerío al interior de cada libro
que al
leerlo se calla
y eso
–oh, dios– es fantástico
hay
unos ojos que al mirarlos
se
obnubilan
y eso
–oh, dios– es hermoso
hay el
alma que al nombrarla
se
cristaliza y rompe
y eso
–oh, dios– es terrible
y hay
siempre el torpe que la nombra
De “Deo volente”
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