miércoles, 27 de septiembre de 2017

KARL MARX




IV



Audazmente me arriesgo al desprecio.
Lo profundo del alma anhela confesar,
los labios del cantor deben arder
para soplar en las flamas de su aflicción.
¡Puedo entonces voltear y perderme
a mí mismo, tonto, desconsolado?
El puro nombre del cantante desprecias
¿no lo amas habiendo visto su rostro?
Tan altas aspiran las ilusiones del alma.
Sobre mí, tú te paras magnífica.
Más estas tus lágrimas que yo deseo
y esos mis cantos que tú sola disfrutaste
para dar a ellos gracia y ornamento.
Entonces ellos pueden ahora desvanecerse en el vacío.


De: “Concluyendo Sonetos a Jenny”


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