Tú das consuelo a mis
ojos vagabundos
cuando
vuelven tristes a la casa de la infancia,
y bien
recibes estas violencias de fagot,
este
descaro del verso en el cuerpo;
para
esto nos corrigen ángeles y tú
que
alivias en la media noche
a estos
dos niños manchados por el océano en sombras
súbitos
en el espanto de no poder respirar.
Sólo tú
me alivias cuando eres la media noche.
Tú das
consuelo a los vagabundos
cuando
pasas siendo una libélula por la calle
y mis
ojos son dos niños abandonados a esa lámpara que fuiste,
mis
ojos irremediables
cuando
regresan al cielo triste de la Habana.
Sólo tú
me das consuelo en la casa antigua
cuando
el que se despierta a tu lado es ese niño
en
pleno espanto de no poder respirar
entre
las aguas de la media noche.
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