miércoles, 27 de septiembre de 2017

MANUEL BECERRA




Tú das consuelo a mis ojos vagabundos
cuando vuelven tristes a la casa de la infancia,
y bien recibes estas violencias de fagot,
este descaro del verso en el cuerpo;
para esto nos corrigen ángeles y tú
que alivias en la media noche
a estos dos niños manchados por el océano en sombras
súbitos en el espanto de no poder respirar.
Sólo tú me alivias cuando eres la media noche.
Tú das consuelo a los vagabundos
cuando pasas siendo una libélula por la calle
y mis ojos son dos niños abandonados a esa lámpara que fuiste,
mis ojos irremediables
cuando regresan al cielo triste de la Habana.
Sólo tú me das consuelo en la casa antigua
cuando el que se despierta a tu lado es ese niño
en pleno espanto de no poder respirar
entre las aguas de la media noche.





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