IV
No
habla, la mirada lo pierde todo.
Las
manos enrojecen con cada latido,
rojo y
más rojo;
la luna
roja, el cielo rojo.
El
corazón negro hace que todo explote
en
diminutas brasas de fuego.
Entonces
el odio nace,
la ira
anda a tientas
y la
muerte ya sabe su camino.
De: “Passionaria”
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