martes, 12 de diciembre de 2017

TOMÁS RAMOS RODRÍGUEZ


  

Arizona




Es el desierto la forma más inexplicable de la angustia
que reposa en la indiferente luz
de la rubia estudiante que platica en las mesas
con las piernas cruzadas sobre la silla
los lentes invertidos y el café en su desechable vaso
que vive sin el glamour de la lejana taza del amargo
Esto es permanecer en la cuenta indestructible tarde a tarde
en el pensar en la familia en México lejana
en el padre que envejece y en la madre que se ilusiona
a cada llamada del hijo que desde la aridez de la zona donde pernocta el día
la noche no marca la diferencia de la espera
en la espera interminable
Angustiémonos al amanecer
para ser la manda que el trabajo imperturbable nos induce
para dejar de lado las premisas que nos inquieren
en la soledad perenne en que el trabajador vive al otro lado
el fotón exacto que parece flotar en el calor del que todo mundo escapa
la facilidad de prenderse en el refugio, de desaprehenderse, evacuar el cuerpo
y la mente para huir del dolor de pecho, provocado por la intensidad de la jornada
donde la salud no tiene espacio para ser, pues más importante es la moneda
que la necesidad de permanecer silencioso en tantos amarillos
regocijándose sobre la avenida de autos glorificándose en su petróleo
en la oportuna manera de exfoliar la naturaleza circundante.



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