Bancos de arena, despojados de marea,
el titingó de los albatros.
Se
desploman trozos azules. Arriba
nada
hay que aguardar.
Cuerpo
sin savia, regresa a la guarida
del cangrejo negro
No más
guateque, sólo el retorno,
callado,
a la cuna de sal.
Sin
pulso, manos y anhelo
manecillas que giran a la derecha
y se
confunden al final
con la
negrura de la pavesa.
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