martes, 2 de enero de 2018

LURIEL LAVISTA 







Llegamos tarde 

  A Iris



Una solución que te hunde vale más

                                                  que cualquier incertidumbre.

Boris Vian







Porque amaneciendo pensaba gritarle
para alcanzarla e invitarle un encierro con toda su pérdida memoria
contagiar las esporádicas juergas en íntima bendición,
la última vez se encaminaba a soltarse
ya la luminosidad de su asombro se perdía
en el cansancio que da el desierto día.



Cargo unas notas dentro del bolsillo
para cuando esté frente a ella, una decisión firme
y hasta  que el ebrio mar encendía una plegaria certera a mi razón
me mantendré en paz y alejado,
aunque siempre me aproxime en cada parpadeo que tenga
todas las cartas que recibí fueron las últimas.



Y si no me encontrara sentado en compañía del abismo
contagiado con la nostalgia que da vomitar en la terraza de este edén,
tardes  que no reconozco, platicando con figuras talladas con mi vista
sé bien que dictó esto pensando en la tentadora huida;
De noche me persigue en los pasillos de esta construcción,
me llama  para ir a balbucear ante la luna
las interminables formas del letargo ancestral.



Resbaló en el lodo ante una sacudida de astros,
suelto  a arder viejas notas para abrirme paso
y ya nada se escucha ahí adentro,
tropiezo a gusto fulminado por la felicidad inexorable del gallo
con  la ventaja  de  no creerle al tiempo ni a todo lo que se cuenta en él.



De ninguna manera y  de todas confundo sus sentencias en este lugar
en que nada se amontona ni se olvida
y así entonces tardar una respiración
para expulsar el adormecimiento de ideas.



Carcajadas saltan de las comisuras del destierro que me da su  placer
esta naturaleza y  su soberbia disipan a las mentes de su alma creadora
hacen engendrar del suelo inundado de comedia y materialidad
severa secreción cerebral sin fin ni comienzo.



No he despertado inútilmente
le confió mi compañía a la miseria diestra
un puñado de combustión se eleva en esta madrugada desde mi pecho
avanzó con solo pocos golpes térmicos
y con una eternidad última de saciedad.



Subo a ver la noche debajo del vapor,
tumulto de erosiones que entierran cada poro de luz
ya con un último aliento,  el silencio de una tierra colérica...




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