lunes, 15 de enero de 2018

VALERIA GUZMÁN PÉREZ




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Mi abuelo se sentaba en la misma banca del parque. Su mirada buscaba los restos del sol en el ocaso. Paciente, desmoronaba pan para echarlo a las palomas que de inmediato se congregaban a su alrededor. A veces, alguna permitía que le acariciase las plumas. Aterrizaban con ligereza pero batían las alas ruidosas hacia el campanario donde se acurrucaban.

Después vendría el silencio.


De: “Anamnesis”


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