Uno aprende a entregarse poco a poco...
Uno
aprende a entregarse poco a poco;
es una antigua costumbre de la piel,
casi una rutina permanente.
Ensaya los gestos más dramáticos,
los más inocentes,
altivos o distantes.
Finalmente consigue el ángulo perfecto,
y a ello sólo el tiempo contribuye.
Por eso —los muertos—
guardan una perfecta compostura.
es una antigua costumbre de la piel,
casi una rutina permanente.
Ensaya los gestos más dramáticos,
los más inocentes,
altivos o distantes.
Finalmente consigue el ángulo perfecto,
y a ello sólo el tiempo contribuye.
Por eso —los muertos—
guardan una perfecta compostura.
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