Biografía apócrifa de Borges
a María Esther Vázquez
Madre
apiádate
de Borges
el
enamorado. Cuídalo
que
no resbale. Tu niño está preso
de
la peor de las cegueras,
esa
que permite ver la luz
del
otro lado, de todo
lado.
Luz
que no pudieron sospechar
y
peor
tocar
las palabras.
Ayúdalo
a vencer
los
oscuros temores
que
heredamos en la sangre y
esos
otros,
más
profundos y terribles,
que
se esconden entre las páginas
de
los libros.
Madre
consuélalo
por la fatiga,
por
el insensato propósito
de
renunciar a ser Borges, aquel
en
cuyos brazos
jamás
desfalleció la mujer amada.
Anúnciale
que
los materiales de un poeta
son
la humillación y la angustia.
La
convicción inexorable
de
un destino desdichado.
Recuérdale
que
conocerá la gloria. A su alrededor
se
levantará un universo, un mundo
embellecido
por su álgebra y por su fuego,
una
ciudad
querida
y detestada.
Una
ciudad
donde
millones de seres
tomarán
el ascensor o el subterráneo
pero
con la certeza
de
haber perdido su destino.
Una
ciudad
donde
existe la única mujer. La única.
Y
ella no lo ama.
De: “La nada sagrada”
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