Canto XXVIII
Va
de mi puño y puño y letra a letra
surgiendo
multitud de instantes.
Unas
veces soy yo, o es mi sollozo.
Otras
veces la estampa de mi padre.
De
pronto, en una vuelta del recuerdo,
lunas,
pájaros, versos niños, árboles,
hasta
que surge acompañando al día
tu
paso junto al mío, hacia la tarde.
Pero
todo es igual, uno y lo mismo.
El
universo se trasfunde y cabe
en
el nombre del hombre que yo llevo
y
en tu presencia adentro, arriba, al margen.
También
lo que sucede y nos sucede.
Y
la serenidad que nos invade
cuando
ya las pasiones amansaron
en
una paz de unción, todo su oleaje.
Es
cierto. Estoy cansado. Es justo ahora
que
bendiga tu sombra
y
que descanse.
También
que llore a orillas del olvido
y
escuche el golpeteo de mi sangre.
Todo
es uno y lo mismo. Tu silencio.
Mi
silencio. Tu voz. Mi voz. El aire
que
acaricia con mano de nostalgia
toda
la historia, amor, de nuestro viaje.
No
se cumple el milagro en una espora:
se
cumple en nuestro vino y nuestra carne,
y
es uno solo el rumbo de los días
desde
el vagido hasta el reposo grande.
Y
un hombre no es un hombre ni su estirpe,
sino
el río, la piedra, el viento, el cauce.
Y
sobre todo, amor, el amor mismo
con
su secreta población de arcángeles
No hay comentarios:
Publicar un comentario