Sueños
Te
rezo Jesús mío en largas tardes
estando
florecidas las estrellas.
Y
cuando a ti te rezo, vela en mano,
el
fósforo se apaga en su pureza,
se
enfrían como cierzos mis costillas,
y
la mirada se me vuelve tierra.
-Amén-,
me oigo decir y ya el silencio
me
envuelve como carta nunca abierta.
Jesús,
el de la cruz, que das la espina,
el
de la luz, que mueves a la piedra,
a
ti te pido en esta enferma hora
para
mis sueños mariposas nuevas.
Señor,
mi redentor, mi bienamado,
yo
sé en mi petición quedarme quieta
y
va mi voz a ti como al aljibe.
¿Mas
qué piedad es ésta, de aguas secas?
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