LA HIEDRA CUBRE el
recinto, entreví tu locura en los claros. Ahí demoré toda una tarde, buscaba
compañía, alguien como yo varado en el tiempo, con la impronta que el mundo nos
impuso. Y hablarte de mi desmoronamiento. En la casa que habitaste la escalera
platica de tus cantos, todavía escucho resonar en el agua tu risa. Agua
estancada con reflejos de tu boca. Agua tibia. Vine a hacer figuras de barro
mientras llegas, las dejo entre baldosas desprendidas. Son pedestales. Sabrás
que estuve contándote mi historia. No puedo salir: la ciudad enfureció. Más
allá de la muralla en forma de corazón no hay ciudad para mí, ni vías para el
tiempo. En esta mansión los ecos y estucos son símbolos tuyos, los dejaste para
cuando reclamara tu presencia. Voy recorriéndolos uno a uno, son casi mapas de
tu ansiedad. Cuando te sacaron cerraste y nadie ha vuelto.
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