Aparición
La
luna se entristecía. Serafines llorando
sueñan,
el arquillo en los dedos, en la calma de las flores
vaporosas,
sacaban de las lánguidas violas
blancos
sollozos resbalando por el azul de las corolas,
Era
el día bendito de tu primer beso.
Mi
ensueño que se complace en martirizarme
se
embriagaba sabiamente con el perfume de tristeza
Que
incluso sin pena y sin disgusto deja
el
recoger de su sueño al corazón que lo ha acogido.
Vagaba,
pues, con la mirada fija en el viejo enlosado,
cuando
con el sol en los cabellos, en la calle
y
en la tarde, tú te me apareciste sonriente,
y
yo creí ver el hada del brillante sombrero,
que
otrora aparecía en mis sueños de niño
mimado,
dejando siempre, de sus manos mal cerradas,
cien
blancos ramilletes de estrellas perfumadas.
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