Esperando un tren
Hemos
pasado la vida esperando un tren
Cada
mañana vamos a la estación
con
banderas y flores y allí nos estamos
hasta
que la noche consiente
que
las palmas y las nubes
se
hagan un mismo mar de oscuridad
Esperamos
un tren, nos dijeron nuestros padres
Esperamos
un tren, les contestamos a nuestros hijos
cuando
nos miran, con estupor u odio,
saltar
por años entre los rieles, disponer la música,
engalanar
el andén con humildes plantas del país
Al
principio recibíamos noticias de su paso
por
ciudades y pueblos de enigmáticos nombres,
pero
hoy sólo queda la costumbre de atisbar,
la
idea lejana de que nuestra vida se reduce
a
esperar un tren, el que nos llevará
hacia
conocidos parajes
donde
mujeres cansadas, hombres taciturnos
y
niños con ojos disminuidos por el sueño
aguardan
un tren para marchar hacia otra estación
en
la que otros esperan por viajar,
con
idénticos rostros y ademanes a los nuestros
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