El navegar oculto de la especie
no fuera el agua disoluta,
el agua en cuyo origen nada o todo
o mismamente dios fluía en la impaciencia.
No fuera allí la mano, erguida ante la vida,
la que dura asestara, final, el navajazo.
No fueras tú la voz,
el sonido inaudible de la voz,
la boca muerta,
el quejido del simio o de la nube.
No fue allí tu nombre, ni mi nombre,
no fue tu tiempo ni mi tiempo.
No fue.
Verás que nunca fue esa masa que ahora
se esparce húmedamente en el silencio.
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