Memorial
I
Vine
a Xalapa para no saber de mi padre
que moría a lo lejos,
vine a buscarme entre la neblina.
Vine huyendo de la muerte
pero encontré
el otro extremo de un hueso.
II
Mi
madre dice que el verdor
se me quedó en los riñones,
como un musgo que los mata
mientras los llena de vegetación.
Mi madre afila en su lengua la misma amenaza,
de la que ya no hay nada qué temer
porque lo peor ya vino.
Ya vino la sed, este divorcio del agua.
Ya está acá el enfermo condenado
a ser su propio homicida,
a lamentarse de sí mismo
y a recibir todos los reclamos
porque no hay otro a quien reprocharle.
Mi madre afila un memento mori
un carpe diem, un eco de Kavafis
ella dice:
¿Qué acaso yo te dije que te fueras?
¿Te pedí que no creyeras en ningún dios?
¿Te pedí que imitaras a las piedras?
Y valen muy poco todos los hilos
que destejen las moiras,
y vale tan poco el índice de dios aplastándome
y no es nada este verdor contenido
como una fiera hambrienta de mis órganos.
III
Soy
demasiado joven para decir: quiero volver a Xalapa antes del final. Soy
demasiado ingenua, todavía estoy a los pies de mi propio cuerpo, todavía no
descifro su idioma.
Tampoco
he podido descifrar los eufemismos de los médicos, las palabras perdidas en sus
miradas. Me miran: mi cuerpo es sólo una cifra, roja o con asteriscos a un
lado. Todo está mal, dicen al fin.
Soy
demasiado joven, pienso.
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