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Llamada
al silencio de mi infante,
sin falsear un vigor ausente,
fragilidad y de lo quieto habitante.
Poco valían mis actos,
daba lo mismo
si cargaba de arena mi boca,
si enmudecía al centro del tumulto,
si dormía en el nudo de algún juego.
Un cuerpo reducido no estorba.
Vuelan encima de mí,
una pasta carnosa sin firma de autora.
¿Qué tanto podían sujetar
mis manos de niña?
Mascar chicles rancios en el garage,
besar a dos muñecas
en nombre del erotismo negado.
Llamada al organismo apartado,
vuelve,
nunca desee migrar del reposo.
Desconóceme, mundo.
Quiero ser materia oculta,
minúscula, invisible,
como en aquellos días…
ser criatura olvidada.
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