sábado, 31 de julio de 2021

GUSTAVO GARGALLO

 

 

 

 


Lactómeda

 



Aún recuerdo cuando mi padre me dijo
que si miramos la noche en el cielo
miramos lo que ya no es,
que el pasado está tejido de una luz que vemos
pero ya no existe, que hay estrellas improbables
parpadeando en el cielo nocturno.

 

Un parpadeo, me dijo, es lo que somos
si nos comparamos con algunas luces
gigantes rojas enanas blancas,
remanente estelar es el vacío que nos mira.

 

Desde entonces invento formas de nombrar el vacío
y empiezo siempre por lo opuesto:
el aire una tarde mi abuela sentada en la cama,
al centro de su voz se alzaba un pueblo
con sus casas de adobe y sus calles de ojos cansados,
con sus nombres propios y sus lluvias
cayendo sobre un camino de tierra.

 

Supe entonces que el aire en sus pulmones
no conoce de ruinas, ni sus palabras saben del desconsuelo:

 

Cuando me sentía triste, iba al río,
me volvía agua, iba hacia el agua,
lloraba y hacía de mi casa ese río sin orillas.

 

A las orillas de un pueblo en esta galaxia
espiral de cien mil años luz,
huracán anclado al sur del equinoccio.

 

Si el dolor tuviera alguna forma
sería lo más parecido al espacio
que debieran ocupar las manos de mi abuela,
la forma del aire que debiera ser atravesado
por la voz de mi padre.

 

Cómo nombrar el llanto
detrás de los vértices mudos de la ausencia.

 

Estoy enojada con dios porque no existe,
me lo dijo una niña horas después
de más de veinte años después
de células desgarrando sus pulmones,
estrellas colapsando en las entrañas.

 

Nunca logré entender el tiempo.

 

Heredaste mi tristeza, hijo, pero el río ya no está.

 

Olvidé el futuro, abuela, donde aún
puedo contarte que los planetas
siguen meciéndose dentro de este remolino
hasta morirse de entropía, de cuásar,
de singularidad o indiferencia.

 

Gravitamos la muerte, después de todo, a solas.
Aunque ahí donde parece no haber nada
siempre hay algo:
ondas, partículas
palabras habitando otro tiempo,
un pueblo de ojos cansados
o la noche que nos recuerda
que no hay estrellas desde siempre.

 

Ojalá pudiera entender todo mejor
o distinto, pero por ahora aquí
dos galaxias empiezan un baile
que nosotros nunca veremos terminar.

 

 

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